domingo, 5 de marzo de 2023

USA '65: La granja de Maggie quedó atrás


Por desgracia, yo no estaba abierto a aquello en esa época. No había escuchado nada de Bob y empecé a desarrollar un sano prejuicio contra él basándome, supongo, en lo que pensaba de las personas que eran fans suyas. En lo que a mí respectaba, Dylan era un cantante de folk. No entendía a qué venía tanto revuelo y me pareció que todos los que lo rodeaban eran mortalmente condescendientes con él'.

La cita es de Eric Clapton (Autobiografía, 2018), referida a la primera vez que coincidió con Dylan, y nos sirve para aproximarnos a una mirada externa sobre el halo que proyectaba el cantautor de Minesota en 1965. Comparto los recelos de 'Mano Lenta', que son el escepticismo ante el gurú y su séquito. Clapton rectificó después su prejuicio cuando al fin escuchó los discos de Dylan y, según dijo, solo entonces lo comprendió todo. 

Lo diré de una sola vez: Bob Dylan presenta una de las biografías más interesantes de la historia de la música popular. Su trayectoria, con sus éxitos y fracasos, sobrevive en paralelo a todas las etapas, todas las modas, pringándose sin terminar de mezclarse en ellas. Lo convirtieron, a su pesar, en el enviado que una vez vino a dar la buena nueva, alumbró con intensidad cual fuente inspiradora, se tropezó y se levantó; se perdonan sus pecados, se celebran sus resurrecciones, se señalan sus máculas. Él sigue en la carretera, huyendo hacia ninguna parte y arrastrando las contradicciones, apartando de sí el cetro pero alimentando su misterio, jugando al despiste. Es el mito del judío errante, o la maldición del profeta.

Lo recuerdo defenestrado, la vez que actuó en San Sebastián, como supongo que en tantas actuaciones. No se le entiende, no se ha molestado en saludar, destroza sus canciones, se ha ido como ha llegado... El público se marcha a casa confuso, los hay decepcionados, los hay más comprensivos. Ha llovido mucho. Hace ya demasiado que peinan canas las jóvenes generaciones, a las que Dylan sonorizó sus mejores años. No me refiero a los fans ni a los melómanos, que conocen su trayectoria y saben a qué atenerse. Hablo de los otros, esos que en nuestra tierra salpimentaban algunas canciones de Dylan con un poco de Simon y Garfunkel, Serrat, Paco Ibáñez... Reunidos en corro alrededor de una guitarra, ambos sexos compartían aficiones y se sabían a años luz de sus viejos. Para aquellos jóvenes, tengan ahora la edad que tengan, Bob Dylan siempre tendrá veinte años.


A estas alturas ya deben saber lo que me gusta bucear en los mitos. Diría que con el personaje que nos ocupa no debemos hablar de uno, sino de varios mitos que se encadenaron en el tiempo. Primero comenzó el cantautor folk, cuando el joven Zimmerman abandonó su tierra, se hizo llamar Bob Dylan y se inventó a sí mismo en el barrio bohemio de Nueva York, a imitación de Woody Guthrie, cuya guitarra pretendía matar fascistas. Tocado con aquella gorra con la que aparece en la portada de su primer álbum, terminó reuniendo a un puñado de seguidores que celebraba su autenticidad. La autenticidad es la principal característica que un aficionado espera de un artista folk. Como resume el protagonista de la para mí infravalorada película de los Coen, 'A propósito de Llewyn Davis' (2013), 'si no suena nueva ni envejece, es una canción folk'. 

No sería la persona idónea, pero si por un casual aterrizara un alienígena en la Tierra, aparcara su Ovni en línea blanca, se me acercara y me preguntara qué carajo es la música folk, yo podría limitarme a ponerle La casa del sol naciente versionada por Dylan. De todas sus grabaciones iniciales, mi preferida sigue siendo esta, y creedme que no sabría si quedarme con ella o la de los Animals, a pesar de todo. El tema había sido interpretado de distintos modos hasta que Dylan lo grabó, y entonces fijó para siempre sus acordes - aunque en realidad se los había robado a Dave Van Ronk -. La letra es vieja como la pólvora; el drama, atemporal; la interpretación, íntima y sobrecogedora.




El mito del cantante protesta fue lo que impulsó su fama. Influido inicialmente por su novia de entonces, Suze Rotolo, y sus nuevas inquietudes, Dylan creó himnos colectivos como 'The times they are a-changin', 'Masters of war' o  'Blowin' in the wind', y su música se transportó como el viento. Ciertamente los tiempos eran los propicios: una generación efervescente, ávida de cambio, lo comenzó a tomar como uno de los grandes referentes. Lo que no quisieron ver quienes le encasquetaron semejante responsabilidad, sin consulta previa, es que el veinteañero estaba y no estaba allí. Podía soltar un discurso un día, o arrimar su armónica a Joan Báez, pero Bob Dylan no era Joan Báez, ni tenía su compromiso ni estaba dispuesto a pagar el precio. 

Digamos algo sobre la música. Revisitando esos tres álbumes que Dylan publicó entre el sesenta y tres y sesenta y cuatro, encuentro temas con los que conecto, y otros que personalmente no me alcanzan tanto, a pesar de su trascendencia. En cualquier caso, sus limitaciones como cantante e intérprete, hombre orquesta que reutilizaba las respuestas de la armónica a su guitarra rítmica, no fueron óbice para la creación de canciones redondas en lírica y musicalidad. Para no abundar, valga de mero ejemplo la pista que les dejo aquí, tomada de 'Another side...', aunque no sea de las más celebradas.


Desde el segundo álbum se labró una justa reputación como letrista, y diría que contribuyó como pocos a estandarizar las temáticas para un imaginario manual del cantautor, formando un cancionero de temas sociales y de amor y desamor. Fijémonos pues en este importante apartado, el de las letras, porque el conocido cambio que efectuó en aquel tiempo, que le supuso rechazo de parte de muchos seguidores, comenzó precisamente en el terreno literario. 

Esto nos lleva a lo que para mí es más atrayente de Dylan, y que distingue al personaje casi desde el comienzo, que es su inconformidad para ser encasillado en lo que se supone que se espera de él; así fue perfilando sus excepcionales mecanismos de defensa, cuya manifestación más visible fue una actitud sarcástica con la prensa. El profeta a veces se equivocaba y lanzaba exabruptos. Humano, demasiado humano, todo el mundo tiene derecho a tener un mal día, pero nunca hay que olvidar que un ídolo solo cae derribado si antes se lo ha convertido en ídolo.


'Another side of Bob Dylan', el cuarto álbum, escoge no explotar el cimentado rol de bandera de los derechos civiles, alejándose en apariencia del compromiso social - por usar el concepto que todos conocemos -. Ya hemos apuntado arriba algunas de las razones. Dylan estaba incómodo en ese parapeto, en el que perdía control sobre su carrera artística, además de otras razones más prosaicas que agrietan los mitos. ¿Miedo a convertirse en la diana de algún pirado como el que asesinó a Kennedy? La corona de representante generacional era un lastre pesado que no solo limitaba su libertad de expresión, sino que lo situaba en una posición peligrosa. Presión, inseguridad y rebeldía lo llevaron a rechazar explícitamente todo lo que le había aupado previamente. El siguiente álbum será el de su ruptura definitiva: ya no trabajará más para la causa de los militantes, ya no querrá saber nada más de la granja de Maggie.

The National Guard stands around his door 
(la Guardia Nacional está cerca de su puerta).  
Well, I try my best, to be just like I am, but everybody wants you to be just like them
(Bien, doy lo mejor de mí mismo para ser como soy, pero todos quieren que seas igual que los demás).
...and I just get bored. I ain't gonna work on Maggie's farm no more.
(... Y yo ya estoy harto. No trabajaré en la granja de Maggie nunca más).


'Bringing It All Back Home' es el álbum del cambio, que da inicio a su famosa trilogía de los sesenta. Siete temas son eléctricos, los de la cara A, y cuatro acústicos en la otra cara. Como comentamos en la entrada anterior, sin duda los Byrds influyeron en la evolución musical de Dylan, sin olvidar que el cantautor siempre había disfrutado del rock'n roll. El propio título del álbum puede leerse en esa clave, la del rescate del rock'n roll que habían adoptado los británicos y que urgía devolver al que fuera su hogar de nacimiento. Y no solo cabe la lectura musical, pues también veo en ello la rebeldía que asume el joven autor, el alivio del viento de libertad que golpea en la cara al conducir una moto por la autopista, como Marlon Brando en 'Salvaje' o como James Dean, por compararlo con algunos iconos de la época. O sea, como un rebelde sin causa. 

Comenzamos con 'Subterranean Homesick Blues', que nos da una bofetada con el ritmo eléctrico, fraseo anfetamínico y compleja letra; no supone anacronismo afirmar que Dylan rapea, y lo hace sobre la contracultura y el espíritu de los tiempos: Johnny en el sótano mezclando las medicinas, yo pensando en el gobierno, Maggie con la cara negra de hollín... 

Ya hemos hablado de la lectura principal de 'Maggie's farm', para mí la pieza central sobre la que pivota el álbum. El discurso de Dylan encuentra continuidad en 'Outlaw blues', retratándose más como rebelde bandolero que como hombre de ley: 'Well, I might look like Robert Ford, but I feel just like a Jesse James (bien, podría parecerme a Robert Ford, pero me siento como Jesse James). 

'Bob Dylan's 115th Dream' es la epítome del surrealismo. Y es que, además de la música, es la escritura de Dylan la que más cambios muestra en este álbum, con unas letras ahora encriptadas e introspectivas. Lo mismo puede decirse de las canciones acústicas, de no menor nivel que las eléctricas y de un abordaje de inspiración fantástica. 'Gates of Eden' e 'It's Alright, Ma...' poseen magnetismo en su oscuridad, mientras que 'It's All Over Now, Baby Blue' es una pieza icónica del cantautor. En suma, y por no extenderme, no sobra casi nada de este álbum rotundo, por mucho que a 'Mr. Tambourine Man', de interesante letra pero composición más convencional, quizá le sobren un par de minutos. 

And I try to harmonize with songs the lonesome sparrow sings. There are no kings inside the Gates of Eden. (Y yo intento armonizar con canciones que canta el gorrión solitario. No hay reyes dentro de las puertas del Edén.)


El álbum que hemos comentado se había fraguado con antelación, pero fue grabado en pocos días. Pocos fueron también los meses que mediaron entre ese disco y el siguiente, 'Highway 61 Revisited', que supuso la consagración del nuevo rumbo que asumía Dylan, que ahora ofrecía todas sus canciones con sonido eléctrico. El título nos transporta a terrenos mitológicos, imaginando la ruta que, comenzando en el norte, cerca de su hogar natal, terminaba en la tierra que vio nacer el blues. Sobre esta marca podríamos imaginar a los arrastrados personajes y las historietas del álbum.

The Titanic sails at dawn, and everybody's shouting: Which Side Are You On? (El Titanic zarpa al amanecer y todos están gritando: ¿de qué lado estás tú?)

Puede que sea un error en muchos casos, una simple recreación, pero me gusta encontrar aquello que hace unitario a un álbum, más allá de sus canciones individuales. En este encontramos una visión más cáustica, a veces revanchista, desde la sublime 'Like a Rolling Stone' que abre el disco hasta 'Desolation Row', larga como un día sin pan por deberse más a la letra que a la música, sin olvidar el single publicado después de verano, 'Positively 4th Street', en una línea sospechosamente afín a 'Like a Rolling Stone'. Al igual que el anterior, este es uno de esos discos que piden a gritos ir leyendo la letra de cada uno de sus temas mientras se disfruta, porque de lo contrario uno se queda con la mitad, a no ser que posea un alto nivel de inglés. Hay acidez y mala leche en estas invenciones de Dylan, pudiendo - no me atrevo a decirlo categóricamente - reflejar el estado anímico que terminaría llevando al cantautor al límite, durante la gira del año siguiente, tras la publicación de 'Blonde on Blonde'. 

You used to laugh about everybody that was hangin' out. Now you don't talk so loud, now you don't seem so proud... About having to be scrounging for your next meal. (Solías reírte de todos los que estaban hundidos. Ahora ya no hablas tan alto. Ahora no te muestras tan orgullosa... De tener que gorronear para la próxima comida)

En el documental de Martin Scorsese, 'No Direction Home' (2005), cuenta Al Kooper cómo se grabó 'Like a Rolling Stone' y cómo surgió su línea de órgano de manera casi improvisada. Kooper era guitarrista, no organista, pero consiguió que le dejaran tocar las teclas y a Dylan le gustó el arreglo, por lo que fue incorporado a la banda como acompañante, además de pasar a la posteridad. El resultado fue el trallazo de sobra conocido y, aunque entiendo que esto siempre es discutible, la mejor canción que grabara hasta entonces Bob Dylan. Si cambiamos la mazorca de maíz por el bocata de chorizo, en un género musical completamente distinto y a un nivel que sería injusto comparar, el grupo español Los Suaves homenajeará la letra de Dylan con nuestra querida 'Dolores se llamaba Lola'.

A mi entender, uno de los defectos de las canciones de cantautor, que también influirá hasta cierto punto en el rock posterior, es alargar las canciones más de lo debido, como si por durar más, la música debiera tomarse de manera más seria. El rock progresivo, por ejemplo, agradecerá a veces los largos desarrollos para sacar lustre a sus temas, pero no siempre la duración está justificada. En el caso de Dylan, la duración está al servicio de las letras y no siempre hace un favor a la experiencia sonora, pero en 'Like a Rolling Stone', a pesar de tratarse de una composición basada en el tradicional esquema de estrofa, puente y estribillo, los seis minutos no consiguen perjudicarla.

Well, you know I need a steam shovel mama to keep away the dead. I need a dump truck mama, to unload my head (Bueno, sabes que necesito una excavadora, muchacha, para mantener lejos todo lo muerto. Necesito un camión volquete, muchacha, para descargar mi cabeza)

Queen Jane, Tombstone Blues, Ballad of a thin man, Highway 61 revisited... Podríamos decir algo del resto de canciones del álbum, pero no quiero dilatar la reseña, y la obra es bien conocida. Blues, folk o sencillamente rock son los ingredientes del potaje. Cabe decir que Bob Dylan se desmarca de la etiqueta 'folk-rock', novedosa en aquel entonces, pero es evidente que podría haberse identificado con ella. Acústicas o eléctricas, las canciones de Dylan seguían en el terreno del folk, en sentido amplio, y sería ciego negarla taxativamente solo por incluir amplificadores y batería. El sabor de su música está más enraizado en los sonidos americanos y por tanto muy lejos del pop británico que endulza la mixtura de los Byrds. Ambos caminos se desarrollarían posteriormente y llegarían a mezclarse en el rock posterior.


Decía al comienzo que veo en Dylan una serie de mitos concatenados, así que me permitirán que termine con el cuento, no sin recordar que estamos hablando del personaje artístico y su obra, más que de la persona real que subyace debajo. Como se dice en la obra maestra de John Ford, 'El hombre que mató a Liberty Valance' (1962), 'cuando la leyenda se convierte en un hecho, imprime la leyenda'. Yo comparto la leyenda, mientras ésta no empañe los hechos. Primero el cantautor folk, luego el cantante protesta y luego todo cambió a la par que cambiaba su música.

Porque entonces dio comienzo un nuevo mito, el que de verdad conllevó el éxito masivo, aunque supuso que muchos de sus antiguos seguidores le dieran la espalda. El nuevo mito cuenta la historia de cómo un famoso cantautor folk decidió inmolarse en el Gólgota, empuñando una guitarra eléctrica para ser fiel a sí mismo, siendo acusado de traidor por los fariseos del templo de Salomón. La historia se escribe sola. Mucho se ha hablado del festival folk de Newport y de cómo Pete Seeger quiso buscar un hacha para cortar el cableado eléctrico, debido a lo mal que le sonaba la distorsión y el alto volumen; aquello ha quedado como un hito en buena medida real, pero más allá de la anécdota puntual, la controversia acompañó al autor y a su banda allá donde fuese. En las giras de aquel año, Dylan dividía su actuación entre lo eléctrico y lo acústico. Jóvenes esnobs consideraron que se había vendido: ya era indiferenciable de cualquier artista pop, y nunca faltaba quien acudía a verle solo para abuchearle. Sin duda, eran tiempos de cambio, pero para ciertas cosas los tiempos no han cambiado demasiado. 

Viendo los resultados, el balance terminó siendo positivo a todos los efectos. La evolución del músico nos regaló algunas de las mejores obras de la década, a la par que una larga influencia en otros artistas. Los mitos a veces se sustentan en la verdad, y no podemos negar la rebeldía del cantautor, decidido a enfurecer a los más recalcitrantes, como tampoco podemos pasar por alto sus más prosaicas motivaciones, su ambición, su miedo, su cansancio, su hastío. 

Bob Dylan se cansó de ser Bob Dylan, y parte del interés del personaje radica en los muchos momentos de su carrera en los que se ha boicoteado o ha remado a contracorriente. Desde luego, estoy destacando una parte, aunque no falsa, sesgada de la historia; estoy, en resumen, imprimiendo la leyenda. ¿Alguien puede creer, acaso, que un músico desea realizar un mal concierto, lanzar un mal disco, o ser rechazado por sus seguidores? Nadie quiere eso, ni siquiera Bob Dylan.