jueves, 7 de diciembre de 2023

El despertar de la bestia


Hoy quiero reivindicar la primera época de Iron Maiden, por lo general bastante olvidada en relación a lo que vino después. Y es que, para el fan tradicional de la Doncella, no cabe el debate: lo mejor llega con Bruce Dickinson y se va con Bruce Dickinson; así, los años dorados del grupo comienzan con 'The number of the Beast'' (1982) y terminan con la salida del segundo vocalista tras 'Fear of the dark' (1992), aunque podemos acotar aún más el rango y cerrar la etapa clásica con el abandono del guitarrista Adrian Smith a finales de los ochenta. Tanto Dickinson como Smith volverían a la banda a finales de los noventa, para regocijo de los fans. Así, a pesar de haber contado con tres vocalistas en su haber, la esencia de los Maiden ha quedado ligada a la voz de Dickinson, y los discos más celebrados, esos que ocupan gran parte del setlist de los conciertos, son los de los primeros álbumes con Bruce al micrófono. Ahora bien, ¿son aquellos los mejores discos? Como no tengo clara una respuesta objetiva que pueda condensar en pocas líneas, dejaré la pregunta sin contestar.

Ahora viene la parte subjetiva: nunca me ha gustado el timbre ni el modo de cantar de Bruce Dickinson; reconozco el poderío vocal, pero me repelen sus agudos y falta de versatilidad. Sé que en esto soy un rara avis, pero si pienso en los tres cantantes que han pasado por la Doncella, antes prefiero a Blaze Bayley que a Dickinson, y por encima de todos me quedo con Paul Di'Anno, el primer frontman. Ya ven que, hasta ahora, solo hemos hablado de cantantes, porque estos han marcado las distintas etapas históricas de los Maiden, y sus composiciones se han adaptado a los recursos vocales de cada uno de ellos. Viajemos ahora en el tiempo a vuelo de pájaro.


Hablar de la música de finales de los setenta en Inglaterra daría para completar varios blogs como este, así que me perdonarán si lo simplifico en exceso. Aquello fue el acabose; la música sufrió un revulsivo que la revitalizó, marcando un antes y un después: punk, pub rock, new wave... Los jóvenes con la suficiente inquietud como para agarrar un instrumento tuvieron de pronto todas las posibilidades ante sí - al menos a nivel creativo -, pero también se vieron agitados por los cambios. Por ello, no debe extrañarnos que unos chavales crecidos en pleno East End londinense estuvieran bastante perdidos en los setenta, en cuanto a identidad se refiere. 

Dave Murray tuvo una infancia difícil y una adolescencia marcada por la cultura skinhead, que en su faceta musical era hija bastarda de la cultura mod, hasta que un día escuchó en la radio a Jimi Hendrix y entonces se cayó del caballo y se dejó crecer el pelo, dispuesto a aprender a tocar la guitarra, aunque ello le supusiera el repudio de su tribu. Las influencias musicales de Steve Harris fueron más variadas, destacando el rock progresivo y el heavy rock, con grupos que iban desde Genesis hasta Black Sabbath y Jethro Tull; desde el principio, fue Harris el principal motor para la formación de los Maiden, el cerebro detrás de la bestia. Desde 1975, la banda se va curtiendo desde abajo, actuando en toda clase de pubs del East End, primero, y del resto de la ciudad después. A Paul Di'Anno no le atraía el heavy metal; lo suyo era el rock'n roll y el punk; era cantante en una banda de punk-rock cuando pudo ver, desde el público, a un grupo nuevo que se hacía llamar Iron Maiden: al principio, no le gustaron demasiado; luego acudió a una audición para probar suerte.


Desde el principio, el arte gráfico de la Doncella es afín a la época del punk. Y ya que hablamos del arte gráfico, en el que rodea al primer disco pueden verse dibujos satíricos en los que Eddy, la mascota del grupo, o bien asesina o bien se burla de una Margaret Thatcher que sostiene un arma y controla la opinión pública; estos se han rescatado de portadas censuradas de sus primeros singles. La animadversión contra ''the Iron Lady'' por parte de la banda de Steve Harris llevó a una eterna confusión sobre el origen del nombre del grupo, que aquí descartamos. Iron Maiden fue bautizado en 1977, dos años antes de la llegada de Thatcher al gobierno británico, y el nombre hace referencia al infame aparato de tortura medieval, la dama de hierro, y no a la ''otra'' dama de hierro.

Hay grupos que tardan en desarrollarse (Genesis es un buen ejemplo), pero el disco debut de la Doncella (Iron Maiden, 1980) ya muestra todos los ingredientes en bruto de lo que daría de sí la banda londinense, que para entonces tenía sus objetivos bien fijados. El heavy metal británico de los setenta había evolucionado en paralelo al rock progresivo, hasta que la llegada del movimiento punk movió las fichas del tablero y apareció una banda de heavy rock anfibio como fue Motörhead, influyendo a su vez en otros grupos consolidados que no mencionaremos aquí. Tras una elección mesurada, el proyecto de Harris se encauzaba en lo que se llamaría ''Nueva ola del heavy metal británico'', corriente de la que los Maiden terminarían siendo el grupo estrella. Esta nueva ola no puede entenderse sin la influencia cultural del punk, pero hoy tampoco podría explicarse sin los fundamentos que asentó Iron Maiden en 1980; tomaron la contundencia directa como base, con el bajo de Steve marcando fuerte y Clive Burr a las baquetas, y remarcaron la faceta melódica, aportando sus características guitarras dobladas (Dave Murray y Dennis Stratton, primero; luego Murray y Smith).

No voy a reseñar el disco completo. Basta decir que abre con ''Prowler'', carta de presentación de las mejores virtudes de los primeros Maiden; una canción dura, de composición sencilla pero con las guitarras y la producción apropiada, sumados a un marcado tono callejero. Ese tono callejero será lo que los haga destacar entre los aficionados británicos al género, sobre todo cuando actúen en Top of the Pops con su primer single, ''Running free'', que introduce el marcado bajo de Steve, para un himno casi más rockero que heavy. Por lo demás, mencionar que el debut contiene también la aclamada ''Phantom of the opera''.



Ahora es cuando tocaría el debate: ¿qué disco de los primeros Maiden es mejor, el primero o el segundo? El debut aportó esa crudeza que los distinguió de otras bandas de heavy metal; el segundo disco grande (Killers, 1981) fue una evolución de las bases del primero hacia una mayor complejidad, sin renunciar ya a las viejas deudas de Steve Harris con el progresivo. ¿Estoy diciendo que Killers es un álbum de rock progresivo? Nada más lejos. Seguimos en el terreno del heavy metal callejero, con subrayado épico melódico que definía el estilo de la Doncella, pero el bajista y líder no quería echar raíces, y por ello se atrevió a pergeñar un álbum mucho más rico en recursos estilísticos que el anterior: tenemos varias pistas instrumentales, canciones más directas y otras de tiempo medio, más templadas. Les dejo dos pistas a modo de cata como pequeña muestra de esa diversidad. Para rematar la jugada, la banda había perdido al guitarrista Dennis Stratton y recibía con los brazos abiertos a Adrian Smith, viejo amigo de Murray, con quien se compenetró de un modo más eficiente en la técnica de las guitarras gemelas, tocando solos codo con codo.

La idea de Harris es que Killers fuera un disco más o menos conceptual en torno a la figura de distintos asesinos a lo largo de la historia. Empezaba así la relación entre las letras de los Maiden y las gestas históricas, obsesión en la que incidirían otras bandas de heavy del continente, destacando en ello el subgénero del power metal, que este servidor no tiene en mucha estima.

Sin embargo, no todos los seguidores aceptaron 'Killers' por igual, y hoy está especialmente olvidado. El propio Paul Di'Anno, vocalista del grupo, manifestó no sentirse reconocido en la deriva musical que estaban adoptando. Es necesario aclarar ahora que, a diferencia del resto de la banda, convertida ya en una máquina profesional perfecta, Di'Anno vivía en el peor ejemplo de las estrellas del rock: disipado, adicto al alcohol y las drogas y entregado a la juerga callejera, que le hacía llegar tarde a las actuaciones en vivo hasta el punto de que los Maiden debían improvisar jams instrumentales hasta que el cantante apareciese, en mejores o peores condiciones. Esta circunstancia obligo a Steve Harris, el indiscutible líder, a expulsar a Di'Anno de Iron Maiden. Es entonces cuando entró Bruce Dickinson y llegó el éxito de verdad.

¿Y qué pasó con Di'Anno? Anduvo vagando en distintos proyectos musicales, sin terminar de pisar firme y contentándose con ver a su antigua banda brillar en el firmamento del éxito y el dinero, mientras sentía que había perdido el tren de su vida. Tras un sinfín de problemas personales y de salud, hoy no siente ningún resentimiento, al menos de puertas para afuera, aceptando que no supo estar a la altura de las circunstancias.

''No los culpo por haberse librado de mí. La banda era el bebé de Steve, pero desearía haber podido contribuir más. Pasado un tiempo, aquello me deprimió (...) Llamé Hitler a Steve una vez por el modo en que dirige la banda. Es como un jodido ejército. Está muy centrado. Y no pude pensar en otra persona para compararlo''.  (Paul Di'Anno)

''No creo que hubiera que reparar ningún puente. Paul había dicho algunas cosas sobre su tiempo en Maiden, pero así es Paul. Es como es y como siempre será. Y no tengo ningún problema con eso. Una vez me llamó Hitler, lo que ofendió a algunas personas, pero a mí me pareció gracioso''. (Steve Harris)

 Dejemos a Di'Anno y a Harris que resuelvan sus diferencias y vayamos a lo que importa. Ya decía al comienzo que prefiero los dos primeros discos antes que ''The number of the beast'' (1982), el tercer disco grande, por muy encumbrado que esté entre los fans de los Maiden, y que se trata solo de una cuestión de gusto personal. Se mantienen los mismos fundamentos musicales, pero se pierde el sabor callejero en favor de otro campo de juego; las composiciones se adaptan a la voz de opereta de Dickinson, además de que se incluyen un par de clásicos del grupo cuya afición nunca he terminado de comprender, en particular 'Run to the hills'. Eso no quiere decir que no disfrute con lo que hicieron a partir de entonces, que también incluyó buenas canciones, pero algo se perdió por el camino. 

Y hasta aquí hemos llegado. Quién sabe si algún día me da por traerles aquí algo de lo que hicieron después, a pesar de todo. Lo dejo con lo que nos importa aquí, que fueron los inicios de la Doncella, con esta actuación de los primeros Iron Maiden para Top of the Pops en 1980. Estaban plantadas las bases para el desarrollo del heavy metal melódico, la firma británica que arrasaría en los ochenta e inspiraría a los dos lados del Atlántico, por mucho que el mercado americano los considere, por momentos, ''demasiado europeos'', para resquemor de Steve Harris. Pero esto, como suele decirse, es otra historia. 


lunes, 4 de diciembre de 2023

Semana otoñal (7)

 

'Whenever I get to feel this way

(Cada vez que empiezo a sentirme así)

try to find new words to say

(intento encontrar palabras nuevas que decir)

I think about the bad old days

(Pienso en los días malos del pasado)

We used to know

(...que solíamos conocer)'


Jethro Tull (1969) We used to know. Stand up. Island Records.

domingo, 3 de diciembre de 2023

Semana otoñal (6)


El inmenso puerto de Gotemburgo se abre al estrecho de Kattegat; no he tenido la suerte de estar allí, pero sí en Hamburgo, cuyo puerto sorprende al turista por su enormidad, así que puedo hacerme una idea. Suecia es más oscuro que Alemania, y eso también se nota en su música. En su momento, solo relacionaba a Gotemburgo con In Flames y otras bandas del ramo. Hay muchas influencias en In Flames, desde el heavy metal británico hasta algunas composiciones clásicas del viejo continente, donde prima más la melodía que el ritmo, todo ello atravesado por la voz gutural propia del death metal. En suma, la escena del oscuro Gotemburgo entre los años noventa y primera década del 2000 era death metal melódico. 

Por todo ello, me sorprendió descubrir, en la casa del Paseante, a un grupo de Gotemburgo que evolucionó en paralelo, pero con absoluta independencia de esa escena. The Soundtrack of Our Lives beben del rock y del pop clásico, sobre todo de influencia británica, aunque también americana. Y a pesar de toda su riqueza musical, se notan esas afinidades que tienen en común los vikingos, trabajen el género que trabajen: esa querencia por lo melódico y un leve tono oscuro como Gotemburgo durante buena parte del año.

The Soundtrack of Our Lives se separaron en 2012, pero, mientras escribía esta entrada, acabo de descubrir que han vuelto a reunirse este año, más de dos lustros después de que dejaran a la deriva el drakkar humeante. Al parecer actuaron en Vitoria en junio; qué rabia da enterarse de un buen concierto, una vez pasada la oportunidad de disfrutarlo. Les decía que TSOOL son un grupo de amplio registro musical, así que no hay una única canción que los represente. Para esta serie de entradas, les dejo con uno de mis temas preferidos de su tercer álbum, una canción preciosa conducida por un piano. Espero que la disfruten.


The soundtrack of our lives (2001) Tonight. Behind the music. Telegram Records.

viernes, 1 de diciembre de 2023

Semana otoñal (5)

 


A punto ya de publicar, habiendo incluido la imagen y el archivo reproductor de audio, acabo de darme cuenta de que, con esta entrada, ya llevo cuatro seguidas dedicadas a músicos angelinos o que han producido en Los Ángeles. De antemano, nunca hubiera relacionado esa ciudad con el otoño, pero son cosas del directo. No ha sido intencionado. 

No le he dado muchas vueltas a la hora de escoger este tema de Ty Segall, pues fue la canción con la que descubrí al prolífico músico, a través de la radio. En general, 'Manipulator' es recomendable, pero solo 'The singer' cabría en esta serie de entradas, que sabe diferenciarse como una joyita que brilla por su magia a fuego lento y sus finos arreglos; hasta el bronco solo de guitarra parece haber sido tocado por la gracia. 

Ty Segall (2014) The singer. Manipulator. Drag City.