domingo, 29 de octubre de 2023

Si quieres letra, lee un libro

 ¿Son importantes las letras en las canciones de pop o de rock? Sobre el viejo tema, hay poco que decir: considero a las letras en un plano secundario y, no obstante, ¿quién no prefiere que esa canción que a uno le hace vibrar vaya acompañada también de las palabras adecuadas? Por otro lado, ¿cuáles son las palabras adecuadas? Ni la letra puede ocupar el lugar de la música en la experiencia sonora, ni hay una única música adecuada para cada texto; música y literatura son dos artes distintas, pero pueden complementarse, y por ello una letra contribuye a dar entidad a una canción.

Pues bien, a raíz del asunto se me ocurrió publicar una serie de entradas para jugar con la literatura y la música, idea que al final he condensado en una única entrada de blog. Quizá sea que llevo tiempo con ganas de resucitar mi blog de literatura que, como Peret, no está muerto, sino de parranda. Así pues, dejo claro de antemano que se trata solo de un juego, y en clave ligera debe entenderse también el título de la entrada. El juego consistirá en relacionar varias de mis obras literarias favoritas del siglo XIX con canciones de distintos géneros. La relación no será siempre obvia, y a veces se basará más en el tono que en la letra, o en una mezcla de cosas. Otra excusa más para compartir el placer de la música y, ahora, también de la lectura. Dicho todo esto, comenzaré con tres de mis novelas de cabecera; esas que, leídas en la edad adecuada, le acompañan a uno para siempre. En cuanto a las canciones, también están tomadas de mis gustos, pero espero que disfruten de todas, o al menos de la mayoría. 



'Pronto se hizo de noche, muy oscuro. Julián quiso coger una mano blanca que desde hacía mucho tiempo estaba viendo muy cerca de la suya, apoyada en el respaldo de una silla. Tras una breve vacilación, la dueña de aquella mano acabó por retirarla de una manera que denotaba enfado. Julián decidió no darse por enterado y continuar la conversación alegremente, cuando oyó llegar a monsieur de Rênal.

A Julián le sonaban aún en los oídos las palabras groseras de la mañana. '¿No será - pensó - una buena manera de burlarse de este tipo, tan colmado de todos los privilegios de la fortuna, apoderarse de la mano de su mujer precisamente en presencia suya? Pues sí, eso lo voy a hacer yo, yo mismo, a quien con tanto desprecio ha tratado'.

Desde ese momento perdió por completo la tranquilidad, tan poco propia de su carácter; le dominó el deseo de que madame de Rênal accediera a dejarle la mano, y ya no pudo pensar en otra cosa. 

Monsieur de Rênal hablaba de política con gran indignación: dos o tres industriales de Verrières se estaban haciendo, decididamente, más ricos que él, y querían enfrentarse con él en las elecciones. Madame Derville le escuchaba. Julián, irritado por tales discursos, acercó su silla a la de madame de Rênal. La oscuridad protegía todos los movimientos. Julián se arriesgó a acercar mucho la mano al lindo brazo que el vestido dejaba al descubierto. Perdió la serenidad y el dominio de su propio pensamiento; acercó la cara a aquel precioso brazo y tuvo la osadía de posar en él los labios.

Madame de Rênal se estremeció. Su marido estaba a cuatro pasos; apresuróse ella a dar la mano a Julián y, al mismo tiempo, a alejarle un poco. Mientras monsieur de Rênal proseguía sus invectivas contra las gentes de poco más o menos y los jacobinos que se enriquecían, Julián cubría de besos apasionados, o al menos así le parecían a madame de Rênal, aquella mano que se le abandonaba'.




'¡Qué necio soy! - se dijo -; ¡yo, un plebeyo, apiadarme de una familia de ese rango! ¡Yo, un criado para el duque de Chaulnes! ¿Cómo aumenta el marqués su inmensa fortuna? Vendiendo los títulos de la renta cuando se entera en Palacio de que al día siguiente habrá un amago de golpe de Estado. Y yo, arrojado al último rango por una Providencia madrastra; yo, a quien la misma Providencia ha dado un alma noble y ni siquiera mil francos de renta, es decir, ni siquiera pan, literalmente hablando, ni siquiera pan; ¡yo, rehusar un placer que se me ofrece, un cristalino manantial que viene a calmar mi sed en el desierto abrasador de la mediocridad que tan penosamente atravieso! ¡Desde luego, no soy tan tonto! En este páramo de egoísmo que se llama la vida, cada cual a lo suyo'.

Y recordó algunas miradas llenas de desdén que le dirigiera mademoiselle de la Mole y, sobre todo, las damas amigas suyas. El placer de triunfar sobre el marqués de Croisenois acabó de vencer aquel recuerdo de virtud.

'¡Cómo me gustaría que se enfadase! - pensó Julián -; ¡con qué aplomo le daría ahora un sablazo!', y hacía el movimiento del golpe en segunda. 'Hasta ahora, yo no era más que un pedante que abusa pobremente de un poco de valor. Después de esta carta, soy su igual. Sí - se decía con enorme voluptuosidad y hablando lentamente -, se han pesado nuestros méritos, los del marqués y los míos, y ha salido vencedor el pobre carpintero  del Jura.'

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Stendhal, Rojo y negro. Alianza, 2020. Traducido por Consuelo Berges.

Canciones: Gouge away. Doolittle. Pixies, 1989/ The day I tried to live. Superunknown. Soundgarden, 1994.



'En la estación de la poda, ganaba veinticuatro sueldos por día, y luego se empleaba como segador, como peón de albañil, como mozo de bueyes o como jornalero. Hacía todo lo que podía. Su hermana, por su parte, trabajaba también; pero ¿qué podía hacerse con siete niños? Era un triste grupo, al que la miseria envolvía y estrechaba poco a poco. Sucedió que un invierno fue muy crudo. Jean no encontró trabajo. La familia no tuvo pan. Ni un bocado de pan, y siete niños.

Un domingo por la noche, Maubert Isabeau, panadero en la plaza de la iglesia, en Faverolles, se disponía a acostarse cuando oyó un golpe violento en la vidriera enrejada de la puerta de su tienda. Llegó a tiempo para ver un brazo pasar a través del agujero hecho de un puñetazo en uno de los vidrios. El brazo cogió un pan y se retiró. Isabeau salió apresuradamente; el ladrón huyó a todo correr; Isabeau corrió tras él y le detuvo. El ladrón había soltado el pan, pero tenía aún el brazo ensangrentado. Era Jean Valjean'.



'En el momento en que Cosette salió, con su cubo en la mano, por sombría y abrumada que estuviera, no pudo menos que alzar la vista hacia aquella prodigiosa muñeca, hacia la dama, como ella la llamaba. La pobre niña se detuvo petrificada. No había visto aún a la muñeca de cerca. Toda aquella tienda le parecía un palacio; la muñeca no era una muñeca, era una visión. Era la alegría, el esplendor, la riqueza, la felicidad, lo que aparecía en una especie de brillo quimérico ante aquel pequeño y desgraciado ser, relegado tan profundamente a una miseria fúnebre y fría. Cosette medía, con la sagacidad candorosa y triste de la infancia, el abismo que la separaba de aquella muñeca. Se decía que era preciso ser reina, o al menos princesa, para tener una cosa como aquella'.




'Jean Valjean acababa de entrar en la barricada. Ya sea en virtud del aviso recibido, ya sea por instinto, o debido a la casualidad, llegaba por la callejuela Mondetour, y gracias a su uniforme de guardia nacional había pasado con facilidad.

El centinela que los insurrectos apostaron en la calle de Mondetour no creyó necesario dar la señal de alarma, tratándose de un guardia nacional solo. Le había dejado internarse en la calle, diciéndose para sí: "Probablemente es un refuerzo, o tal vez un prisionero". El momento era demasiado peligroso para que el centinela pudiera distraerse de su deber y de su puesto de observación.

Cuando Jean Valjean entró en el reducto, nadie le vio, porque todas las miradas estaban fijas en los cinco escogidos y en los cuatro uniformes. Jean Valjean lo había visto y oído todo, y silenciosamente se había despojado de su uniforme, y silenciosamente también lo había lanzado junto a los demás.

La emoción fue indescriptible.

- ¿Quién es este hombre? - preguntó Bossuet.
- Es un hombre que salva a los demás - respondió Combeferre.
Marius añadió con voz grave:
- Yo le conozco.
Esa fianza bastaba a todos.
Enjolras se volvió hacia Jean Valjean.
- Ciudadano -dijo -, sed bienvenido. - Y añadió -: Sabréis que vamos a morir.

Jean Valjean, sin responder, ayudó al insurgente que había salvado a vestirse el uniforme.'

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Víctor Hugo, Los miserables. Círculo de Lectores, 2004. Traducido por Aurora Alemany.

Canciones: Set the house ablaze, Sound Affects. The Jam, 1980/ Processions, Family Entertaiment. Family, 1969/ Going underground. The Jam, 1980.




'¡Subid, subid todos! - grita uno de ellos, un joven con el cuello grueso y la cara mofletuda y roja como una zanahoria -. ¡Os llevo a todos, subid!
Pero inmediatamente estallan las risas y los comentarios:
- ¡Pronto nos va a llevar ese jamelgo!
- ¿Has perdido el juicio, Mikolka? ¡A quién se le ocurre enganchar semejante potranca a esa telega! 
- Pues nada, ¡subid! - La gente ríe a carcajadas -. Ya habeís oído: ¡a todo galope!
- Pero ¡si no ha galopado en diez años!
- ¡Dará algunos brincos!
- Nada, hermanos, sin contemplaciones; que cada cual empuñe su látigo, ¡y listos! (...)

Entre risas y bromas, todos se montan en la telega de Mikolka. Se han subido seis hombres y todavía cabe alguno más. Montan también a una campesina, gorda y sonrosada. Lleva un vestido de algodón rojo, una kichka con abalorios, y unas botas de piel; va cascando nueces y no para de reírse. Alrededor de la telega, la gente tampoco para de reírse, pero ¿cómo no va a reírse? ¿Cómo va a tirar esa jaca esmirriada de toda esa carga, y encima al galope? (...)

-Papá, papá - le grita Rodia a su padre-; papá, ¿qué están haciendo? ¡Están pegando a ese pobre caballo!

-¡Vámonos! - dice el padre -. Están borrachos, y así es como se divierten esos idiotas; vámonos, ¡tú no mires! - Y trata de llevárselo de allí, pero el niño se suelta de su mano y, sin darse cuenta de lo que hace, corre hacia la yegua. La pobre bestia está muy mal. Jadea, se detiene, hace un nuevo esfuerzo, a punto ya de desplomarse.

¡En el hocico, en los ojos, dale en los ojos! - grita Mikolka.
 - ¡A cantar, hermanos! - grita alguien desde la telega, y todos lo secundan. Entonan una canción obscena, tintinea una pandereta, se silba el estribillo. La campesina casca nueces y no para de reírse.

El crío corre muy cerca de la yegua, corre por delante de ella y puede ver cómo le azotan los ojos, ¡en los mismos ojos! Está llorando. El corazón se le desboca, se le saltan las lágrimas. Uno de aquellos hombres le roza la cara con el látigo: no se da ni cuenta; se retuerce las manos, grita, se acerca corriendo al anciano canoso con la barba gris que mueve la cabeza en señal de condena. Una mujer le coge de la mano y quiere llevárselo de allí, pero él se zafa y vuelve corriendo hacia la yegua. La bestia está ya al borde de la extenuación, pero otra vez empieza a cocear.

¡Que el diablo te lleve! - exclama Mikolka, enfurecido. Suelta el látigo, se agacha y coge del fondo de la telega un madero largo y grueso, lo sostiene de un extremo con las dos manos y haciendo un esfuerzo lo blande sobre la alazana.
- ¡La va a destrozar! - grita la gente.
-¡Es mía! - exclama Mikolka, y, cogiendo impulso, le da con la barra. Se oye un golpe contundente.
Varios jóvenes, igualmente borrachos y sofocados, cogen lo primero que tienen a mano -látigos, palos, pértigas - y corren hacia la yegua agonizante. Mikolka se coloca a un lado y empieza a darle golpes con la barra en la espalda, sin ton ni son. La jaca estira el hocico, jadea penosamente y muere.

- ¡Se acabó! - grita la multitud.
- Pero, ¿por qué se habrá negado a galopar?
- ¡Mía! - exclama Mikolka, con la barra en las manos y los ojos inyectados en sangre. Se ha quedado parado, como lamentando no tener ya a quién golpear.
- ¡Está claro que no tienes conciencia! - se oyen muchas voces entre la muchedumbre.

Pero el pobre crío está ya fuera de sí. Dando gritos, se abre paso entre el gentío, se acerca a la alzana, abraza su hocico muerto, ensangrentado, la besa en los ojos, en los belfos... Después da un salto y corre frenético hacia Mikolka con los puños cerrados. En ese sinstante el padre, que lleva un buen rato intentando darle alcance, le agarra por fin y se lo lleva de allí.
- ¡Vámonos! ¡Vámonos! - le dice -. ¡Vámonos a casa!
- ¡Papá! ¿Por qué... a ese pobre caballo... han tenido que matarlo? - dice entre sollozos, pero se queda sin aliento, y las palabras le salen como gritos entrecortados del pecho oprimido.
- Están borrachos, así se divierten...; no es asunto nuestro, ¡vámonos! - responde el padre. El niño rodea a su padre con los brazos, pero el pecho le oprime, le oprime...

[Raskólnikov] Se despertó bañado en sudor, con el pelo empapado, jadeando, y se levantó aterrorizado. ¡Gracias a Dios que solo ha sido un sueño!'




'-¿Es que no gana dinero todos los días?
Sonia se turbó todavía más, y nuevamente se le subieron los colores.
- No -murmuró, haciendo un tremendo esfuerzo.
- Pólechka, seguramente, correrá la misma suerte - dijo él de pronto.
- ¡No! ¡No! ¡No puede ser, no! - gritó Sonia, desesperada, como si la estuvieran acuchillando-. ¡Dios no permitirá semejante atrocidad!...
-Otras atrocidades las permite.
-¡No, no! ¡A ella Dios la defenderá!...- insistía, fuera de sí.
- También es posible que no exista Dios - replicó Raskólnikov con cierto regodeo, sonriéndose y mirando a la joven.

A Sonia de pronto le cambió la cara, recorrida por un estremecimiento. Dirigió una mirada a Raskólnikov con una expresión indescriptible de reproche; quiso decir algo, pero no acertó a hablar y empezó a llorar amargamente, cubriéndose el rostro con las manos (...)

Pasaron cinco minutos. Él seguía dando vueltas por el cuarto, en silencio, sin mirar a Sonia. Finalmente, se acercó hasta ella; le brillaban los ojos. La cogió de los hombros con las dos manos y la miró directamente al rostro compungido. Era la suya una mirada seca, ardiente, penetrante; los labios le temblaban intensamente... De pronto se agachó rápidamente y, dejándose caer al suelo, le besó los pies. Sonia retrocedió espantada, como ante un loco. Y, efectivamente, parecía un verdadero enajenado'.

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Fiodor Dostoievski, Crimen y castigo. Alba, 2017. Traducido por Fernando Otero Macías.

Canciones: Shadowplay. Unknown Pleasures. Joy Division, 1979/ Everybody knows that you are insane. Lullabies to Paralize. Queens of the Stone Age, 2005.




'El sitio de Steerforth se hallaba al fondo de la clase, en el extremo opuesto de aquella larga habitación. Estaba recostado contra la pared con las manos en los bolsillos y, cada vez que el señor Mell lo miraba, él hacía lo mismo con los labios cerrados, como si estuviese silbando.

-¡Cállese, señor Steerforth! - le ordenó el señor Mell.-Cállese usted - replicó el otro, al tiempo que se ponía rojo-. ¿Con quién se cree que está hablando?

-¡Siéntese bien! -dijo el señor Mell.

- Siéntese usted - contestó Steerforth -, y ocúpese de sus asuntos.

Hubo unas risitas y algunos aplausos, pero el señor Mell se puso tan blanco que de inmediato se hizo el silencio, y un chico que se había puesto corriendo a sus espaldas para volver a imitar a su madre cambió de idea e hizo como si quisiera que le arreglasen una pluma.

- Si se cree, Steerforth, que no conozco la influencia que puede ejercer usted sobre todos los aquí presentes - dijo el señor Mell al tiempo que (supongo que sin ser consciente de lo que hacía) me ponía una mano sobre la cabeza -, o que no le he visto este último rato incitando a los pequeños a que cometieran todo tipo de salvajadas contra mí, está usted muy equivocado.

- No me molesto en pensar en usted en absoluto - replicó Steerforth con frialdad -, así que da la casualidad de que no estoy equivocado.

- ¿Y cuando hace uso de su posición de favoritismo aquí, señor - continuó el señor Mell, al que le temblaba mucho un labio -, para insultar a un caballero...?

- ¿A un qué? - lo interrumpió Steerforth -. ¿Dónde está el caballero? (...)

...Sus sentimientos se recuperarán pronto. En cuanto a su puesto, desde luego era muy importante, ¿verdad?, ¿es que te crees que no voy a escribir a casa para encargarme de que le manden dinero, Polly?

Consideramos que era una intención muy noble por parte de Steerforth, cuya madre era una viuda rica de la que se decía que haría casi cualquier cosa que él pidiera. Nos alegramos mucho de ver a Traddles derrotado y ensalzamos a Steerforth hasta el infinito, sobre todo cuando condescendió a decirnos que lo que había hecho había sido por nosotros y por nuestro bien, concediéndonos así un gran favor de forma desinteresada'.



'Piensen los dos en esto que les voy a decir. Hay unas personas a las que conoce David que se van a ir a Australia dentro de poco. Si deciden ustedes irse, ¿por qué no hacerlo en el mismo barco? Así se podrán ayudar mutuamente. Piénsenlo, señor Micawber. Tómense su tiempo y sopésenlo bien.

- Mi querida señor, sólo me gustaría preguntar algo - dijo la señora Micawber -. Creo que el clima de allí es muy saludable, ¿no?

- ¡El mejor del mundo! - contestó mi tía.

- Exactamente, y entonces ésta es mi pregunta: ¿se dan en ese país las circunstancias para que un hombre de la capacidad del señor Micawber tenga posibilidades de ascender en la escala social? No digo que de momento vaya a aspirar a ser gobernador ni nada parecido, pero ¿encontrará oportunidades razonables y lo bastante amplias para que pueda desarrollar su talento convenientemente?

- No existen oportunidades en ninguna otra parte para un hombre que sea trabajador y tenga buen comportamiento - dijo mi tía.

- Para un hombre que sea trabajador y tenga buen comportamiento...- repitió la señora Micawber a su modo más práctico-. ¡Precisamente, de eso se trata! Veo con toda claridad que Australia es el legítimo campo de acción del señor Micawber.

-Tengo la convicción, mi querida señora - dijo éste -, de que, en vista de las circunstancias actuales, es la tierra, la única tierra, que existe para mi familia y para mí, y de que algo extraordinario nos surgirá en aquellas costas. Tampoco es que la distancia sea muy grande, en términos relativos, y aunque debemos considerar su generosa propuesta, le aseguro que solo será un mero formalismo.

¡Cómo olvidar que, en un momento, el señor Micawber se transformó en el hombre más optimista del mundo, ansioso por hacer ya fortuna, o que su esposa comenzó a disertar sobre las costumbres de los canguros'.

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Charles Dickens, David Copperfield. Alianza, 2019. Traducido por Miguel Ángel Pérez.

Canciones: David Watts (versión de The Kinks), The Jam. All Mod Cons, 1978. (1969)/ Shangri-La. The Kinks. Arthur, 1969.



'No he querido dar a entender que yo fuera vulgar o inculto como aquellos individuos (le cortaría la cabeza a quien pusiera en duda mi origen o mi educación) (...) Por entonces era yo una de las personas más conocidas de Europa, y la fama de mis proezas, de mis duelos, mi audacia en el juego, hacían que la gente se agolpara a mi alrededor dondequiera que me presentaba. Podría enseñar resmas de papel perfumado para demostrar que esa impaciencia por conocerme no se limitaba sólo a los caballeros; pero odio el vanagloriarme y sólo hablo de mí mismo en lo puramente necesario para relatar mis aventuras, que fueron las más extraordinarias que pudieron sucederle nunca a un europeo'.



'Las ideas románticas que profesé sobre el amor en mi primera juventud se me habían borrado completamente tras cinco años de vida militar y de una intensa experiencia del mundo, y resolví – como conviene a un caballero (sólo la gente baja se casa por amor) – consolidar mi fortuna mediante el matrimonio (...)

¡Ya no hay mujeres como aquellas, ni modales como los suyos! (…) ¡Cómo han cambiado las cosas! Ahora los caballeros visten como boxeadores, cuáqueros, o cocheros de alquiler; y las señoras no se visten en absoluto. No hay elegancia ni refinamiento; nada queda de la galantería del viejo mundo del cual formé parte. ¡Pensad qué elegancia puede haber en Londres cuando el árbitro de la moda es un Brummel, un hijo de nadie, una persona de baja extracción, que ni siquiera sabe beberse una botella como un caballero, ni bailar un minueto; incapaz de batirse con un hombre, tan diferente de cómo éramos antes de que el vulgar corso trastornara a la aristocracia mundial!'

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William M. Thackeray, La suerte de Barry Lyndon. Cátedra, 2006. Traducido por Marcos Rodríguez.

Canciones: Station to station (versión acortada del single), David Bowie, 1976/ I don't belong, Fontaines D.C. A Hero's Death, 2020.



'A veces, tras un período de indiferencia, mi extraña y bella compañera me cogía la mano y la retenía apretándomela cariñosamente una y otra vez, y finalmente se ruborizaba levemente, mirándome al rostro con ojos lánguidos y ardientes, y tan jadeante que su vestido subía y bajaba a causa de la tumultuosa respiración. Era como el ardor de un enamorado; me turbaba; era algo odioso y, no obstante, irresistible. Luego me atraía hacia ella, recreándose en la mirada, y sus cálidos labios me recorrían las mejillas a besos, mientras me susurraba, casi sollozando:

- Eres mía, serás mía; tú y yo tenemos que ser una sola persona, y para siempre.

Después se echaba hacia atrás en la silla, cubriéndose los ojos con sus manecitas, y me dejaba temblando.

- ¿Estamos emparentadas? - solía preguntarle -. ¿Qué quieres decir con todo esto? Tal vez te recuerde a alguien a quien amas. Mas no debes comportarte así, lo detesto. No te conozco... ni me conozco a mí misma cuando me miras y me hablas de ese modo'.

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Joseph Sheridan Le Fanu, Carmilla. Alianza, 2016. Traducido por Luis Alberto de Cuenca.

Canción: Wicked Annabella, The Kinks. The Kinks Are the Village Green Preservation Society, 1968.

sábado, 14 de octubre de 2023

En el camino otra vez


Al hilo del meritorio trabajo de Jimmy McDonough, hablábamos del género de las biografías de músicos y bandas; decía que ni el estilo ni la importancia objetiva del grupo objeto de estudio tienen por qué ir de la mano del valor de una obra del ramo. Por mi mente pasaron varios de los ejemplos que he disfrutado, tanto en los últimos tiempos como hará más de una década, parándome a pensar en mis propios sesgos e intereses. ¿Por qué se me atragantó este año 'La era Stone' (2023), la última publicación de Lesley-Ann Jones, que antaño biografiara a Bowie, hasta el punto de venderlo sin haberlo terminado de leer? ¿Por qué sentí tanto rechazo en su momento a 'Life', la autobiografía de Keith Richards, a pesar de contener tantas jugosas anécdotas referidas al plano musical? A veces es el biografiado, objeto de nuestras filias o fobias particulares; otras el enfoque, centrado en aspectos que nos interesan más o menos; luego está la calidad intrínseca del trabajo, ese valor incontestable que también se encuentra en el género. 

Se abusa, por lo general, de una estructura predecible que, en su peor versión, hace de algunos libros un pastiche. Sucede incluso con los buenos periodistas musicales, y aún más con los negros que trabajan a sueldo de músicos que, como el mencionado Keith Richards, se deciden a vender su autobiografía. Suelen comenzar los libros con el recuerdo de un episodio de alto voltaje, sea un concierto en especial o alguna historieta de sexo, drogas y rock and roll, según el caso; luego comienza la historia cronológica, más o menos sesgada en favor de este o de aquel músico, mejor o peor contada, de mayor o menor interés. 

Fito de la Parra, Canned Heat. Living the blues. Quarentena, 2012.

 Pues bien, de entre los libros que conservo con cariño, hay una autobiografía musical que leí hace muchos años que, aun reuniendo parte de los defectos que he referido y otros más, sobre todo en el plano formal - pues le lastra un pobre estilo literario -, sigo considerando de gran valor en su calidad de testimonio. Estoy hablando de 'Canned Heat. Living the Blues', obra del baterista Adolfo de la Parra, de los legendarios Canned Heat, en colaboración con los periodistas Terry y Marlene McGarry, mexicanos como el propio autor. Goza este libro de esa característica frescura que ustedes reconocerán en un buen puñado de publicaciones sobre el género. La narración de Fito de la Parra exuda veracidad tanto en sus recuerdos y opiniones de interés como en ciertos pasajes que bien podría haberse ahorrado, como aquellos que tratan sobre escarceos sexuales o anécdotas autobiográficas demasiado personales que, a pesar de todo, sirven de fiel reflejo de la época. 

Fito de la Parra entró en Canned Heat cuando la banda ya contaba con un álbum en el mercado, y ha terminado siendo su miembro más longevo, custodio de una franquicia que en América ha sido sinónimo de blues de carretera, tanto en sus buenos tiempos como en su larga decadencia. Sobra decir que su edad dorada es la más conocida, los años sesenta, desde la publicación de 'Canned Heat' en 1967, y sobre todo su segundo álbum, que les llevó al éxito - ya con Fito a las baquetas -, 'Boggie with Canned Heat', hasta 'Future Blues' y 'Hooker 'N' Heat' en 1970. Por el camino, un pequeño puñado de hits de éxito y dos voces muy diferenciadas: la voz fina y aguda de Alan el Búho y la rasposa de Bob el Oso. El resto de su discografía, la posterior a la muerte de Wilson y luego la de Bob Hite, solo es apta para los más fanáticos y los melómanos de afán completista. 

De izquierda a derecha: Fito de la Parra, Alan Wilson, Larry Taylor, Bob Hite (el Oso) y Henry Vestine.

 Lo primero que sorprendió a Fito al entrar en Canned Heat fue que, a pesar de la imagen de forajidos de alguno de sus miembros y del perfil de sus fans, tanto Alan Wilson como Bob Hite y Henry Vestine (Larry el Topo, en menor medida) fueran auténticos eruditos del blues, más que nadie que el mexicano haya conocido jamás. De hecho, Alan el 'Búho Ciego', Bob el 'Oso' y Henry el 'Girasol' no se decantaron por Fito, en la primera audición, por su talento a la batería - y sin duda lo tenía -, sino porque llegó con un par de discos de blues bajo el brazo. Como años después confesó el Oso a Fito, la escena estaba plagada de bateristas pedantes que venían del jazz, pero eran pocos los auténticos amantes del blues, esos que no seguían el género como una moda ni por olfato comercial; esos que necesitaban la música como el aire para respirar. Esa pasión por el blues, tanto el viejo género del Delta como el urbano de Chicago, era la mejor definición de Canned Heat en aquel entonces; un grupo de coleccionistas cuya principal afición era juntarse y disfrutar de largas sesiones de viejos vinilos en la casa del Oso, en medio de nubes de marihuana.

 'Alan, Henry y el Oso poseían un vasto e increíble conocimiento del blues. Si de pronto nombraban una pieza, por ejemplo 'Three Hours Past Midnight' de Johnny Guitar Watson, eran capaces de decir quién había intervenido en la grabación, en qué mes y en qué año lo hicieron y hasta en qué sello discográfico había aparecido. Podían nombrar quién estaba en el estudio y si alguien participó sin recibir el crédito correspondiente. Podían también en la mayoría de los casos decir qué había sido de los mismos ejecutantes en años posteriores a dicha grabación. Parecía como si hubiesen estado presentes en todas las grabaciones y sus conversaciones eran como las que probablemente se llevaron a cabo en alguna cochera de Memphis en los años treinta'.


Bob Hite, el Oso, entre su colección de discos.

No ahorra Fito en opiniones y calificativos cuando ahonda en los recuerdos; no pretende tanto seleccionar un relato modélico, como relatar los hechos tal y cómo los vivió desde su llegada como inmigrante mexicano que evitó a toda costa ser reclutado para el Vietnam, y esta es una de las grandes virtudes del libro. No es ajeno a esto el hecho de que el baterista realizase la carrera de Psicología, cercana a su afán observador de los caracteres humanos. Así, salen bendecidos, pero también escaldados, todos los miembros de la banda, así como los músicos con los que se rodeó. Del buen carácter del Oso, por ejemplo, tiene sobre todo buenos recuerdos, pues les unió una estrecha amistad, pero también anota lo que llama su parte oscura, los momentos en los que el abuso de alcohol y cocaína sacaban a relucir lo peor de su personalidad, así como las veces que lo decepcionó personalmente. Descubrimos al carismático Bob en sus actitudes más conocidas por los fans, pero también en sus miedos, como cuando se decidía a ponerse a dieta y regular sus hábitos, asustado por el consejo de algún médico, solo para abandonar su determinación inicial en la primera oportunidad, lo cual era recibido por Henry Vestine a carcajadas.

Henry Vestine, el 'Girasol', no sale tan bien parado en los recuerdos de Fito, aunque éste lo considera un guitarrista del más alto nivel, sobre todo por su técnica genuina, inspirada en algunas leyendas olvidadas, entonces solo conocidas en los garitos oscuros de los barrios negros. La opinión del baterista encaja con la imagen que se ganó Henry por otros que lo trataron. Extraño sureño y, al igual que Wilson y el Oso, gran coleccionista (poseía decenas de miles de discos), su forma de entender el blues, que lo había llevado a tatuarse el 'Living the blues' con el que los Heat titularon uno de sus álbumes más conocidos, fue también una justificación para una vida descontrolada en la que no le importaba perjudicar al grupo en el que se encontrase. Como era sabido, Frank Zappa lo había expulsado previamente de las Madres de la Invención por su desfase con las drogas: Henry se sentía más libre en Canned Heat, pero tanto por sus problemas con Larry Taylor como por la cantidad de conciertos que reventó al grupo, cuando tocaba cargado de LSD, su destino se apartó de la banda justo antes del mítico Woodstock de 1969, para ser luego sustituido por Harvey Mandel. Con el paso de los años, retornó de tanto en tanto a la familia de Canned Heat, o lo que quedaba de ella.

Hite The Bear y Blind Owl (Búho Ciego)

'Su padre siempre quiso que fuera albañil. Una vez, estando de visita en casa de sus progenitores nos confesó: - Dios sabe cuántas veces tuve que correr por esta calle tratando de escapar de otros niños que me perseguían gritando para darme una paliza. Esa era la clase de chico que era, el niño inteligente pero extraño al que otros querían golpear sin razón. Nos dimos cuenta casi al final. Si su familia irritaba a Alan era porque claramente no eran lo que él esperaba de ellos, a la vez que con sus extrañas manías y con su inconsolable dolor, Alan tampoco resultaba ser el hijo ideal'.

Pero si hablamos de personas especiales, Alan Wilson era con mucho el miembro más extraño de la familia inicial de Canned Heat. En palabras de Fito, si el Oso era la personificación del boogie, Alan lo era del blues. 'En escena, Alan podía haberse visto fuera de lugar en cualquier banda, pero especialmente en Canned Heat'. Sensible, introvertido y tímido, el Búho Ciego no dejaba de sentirse ajeno a aquella escena de sexo y rock and roll, cuando el grupo era asediado por las groupies y otras chicas de personalidad superficial y poca sesera que se acostaban con todos los miembros de la banda menos con él, a quien llegaron a despreciar en no pocas ocasiones. Eran, en cualquier caso, las compañías que menos convenían a la maltratada estabilidad mental de aquel nerd fanático del blues, medio cegato y alejado de cualquier convencionalismo de la movida enrollada de la época; de hecho, Alan era lo contrario a lo que en aquel entonces suponía ser enrollado, y aquel mundo de apariencia y farándula sin duda contribuyó a hundirle más en la depresión.

'Alan estaba enamorado de los árboles. De las plantas, de los árboles y de la tierra. Siempre que podía trataba de dormir al aire libre (...) Mientras nosotros nos lo pasábamos cotorreando en las habitaciones, escuchando música a todo volumen, fumando algunos porros y conversando con motociclistas o con las chicas que conocíamos en ruta, Alan se salía y se dirigía a las áreas verdes que rodeaban los estacionamientos, para cocinar arroz integral en su estufilla y después, en la oscuridad, meterse en su saco de dormir para contemplar las estrellas'.


Fito confiesa que, a pesar de quererle como a un hermano, el resto de la banda dejaba de lado a Alan en ciertas ocasiones, no queriendo por ejemplo compartir cuarto con él o riéndose de sus manías ecologistas (Wilson fue uno de los primeros creyentes en el ecologismo, aun antes de que esto se pusiera de moda en la cultura del rock), que le llevaban a llevarse plantas y recuerdos orgánicos de todos los sitios a los que iba, con el consiguiente mal olor. La ansiedad y la depresión, unidos a la baja autoestima ocasionada por la incomprensión y el constante rechazo, dieron más de un susto a la banda, sobre todo en puntuales ausencias. En cierta forma, la definición de Fito de la Parra era providencial: Alan era el blues. Una vez, la banda reunió dinero y regalaron un coche al Búho Ciego para que pudiera irse cuando quisiera al campo, donde era feliz en sus escapadas solitarias; como Alan no sabía conducir, el Oso tuvo que enseñarle.

'Era el único miembro de la banda interesado en mis estudios de Psicología, lo suficientemente avispado para darse cuenta que yo no era ni remotamente parecido a la mascota mexicana de los libros, sino que al principio tenía mucha dificultad para expresarme correctamente en otra lengua. En ocasiones me pregunto qué hubiera sucedido si las cosas hubieran sido de otro modo. Qué hubiera pasado si hubiésemos contratado los servicios de una prostituta o de una fan incondicional y le hubiéramos pagado en secreto para que fingiese estar completamente enamorada de él, para que lo cuidara tiernamente. ¿Podríamos haber prevenido o evitado el desenlace?'


Con estos comentarios y fragmentos sueltos termino ya esta entrada, pues no quería haberme extendido tanto cuando decidí comenzarla. Solo me queda reiterar de nuevo la recomendación del libro, si he conseguido transmitir alguna curiosidad por él. 

'Estábamos en la misma liga que las principales figuras inglesas, Cream y Led Zeppelin. Éramos cabezas de cartel, tanto en el Fillmore East por encima de Santana y de los Allman Brothers, como en el Hollywood Bowl donde B.B. King y Fats Domino habían sido nuestros teloneros. Hasta Creedence Clearwater Revival había abierto para nosotros en el Swing Auditorium de San Bernardino'.

Ahí lo tienen. Es el testimonio de un músico orgulloso de su trayectoria. Y así fue; estuvieron en la cresta, aunque durante poco tiempo. Podemos entender a Fito de la Parra y perdonarle esta falta de humildad, porque su testimonio es el de alguien que puede permitírselo. Keith Richards no necesita hacerlo, y por ello su libro no tiene la misma credibilidad, al menos en cierta forma. Pero olviden si quieren los libros y vayan a lo que importa: Going up the country, Let’s work together, Evil woman, Fried Hockey Boogie y otras canciones de esta banda legendaria, una de las más genuinas agrupaciones americanas de blancos enamorados del blues negro que alguna vez han pisado escenario. 



'En fin, ya estoy cansado de llorar, pero estoy en el camino otra vez. 
En el camino otra vez...

No tengo a ninguna mujer a la que pueda llamar... mi amiga especial.

Sabes de la primera vez que viajé fuera, bajo la lluvia y la nieve.
Bajo la lluvia y la nieve...

No tengo nómina, ni siquiera un lugar donde ir.
Y mi querida madre me dejó cuando era bastante joven.
Dijo: Señor, ten piedad de mi malvado hijo.

Hazme caso, mamá, por favor, no llores más.
No llores más...

Porque es temprano por la mañana, por la carretera por la que voy.
Pero no recorreré esta larga, vieja y solitaria carretera
solo por mi cuenta.

No puedo llevarte, nena.
Voy a llevar a otra.'

miércoles, 4 de octubre de 2023

Shakey

 

¿Qué nos motiva a leer biografías de músicos? Me dirán que es una pregunta absurda, pero merece una pequeña reflexión. La música es lo que cuenta, pero luego cabe la curiosidad: por el contexto, la alquimia, los restos humanos; elementos todos ellos de la trastienda. Buscamos el conejo y encontramos la chistera, el artificio y la trampilla en el suelo; a veces no nos interesa saber más. Sobre el género de las biografías musicales habría mucha tela que cortar, desde los simples relatos mitológicos que explotan la leyenda, sin mayor interés por el conocimiento real de los biografiados y lo que de verdad importa, que es su trabajo, hasta los que alumbran el arte y el medio, la cadena creativa que va desde las influencias musicales y la composición hasta la grabación y la producción; con mejor o peor estilo narrativo, pues el estilo no lo es todo en este género.   

Sentado lo anterior, cabe decir que 'Shakey', de Jimmy McDonough, se encuentra entre los libros del género de más alta calidad que hayan caído en mis manos, pues, a juicio de lo que voy descubriendo, cuida tanto el acercamiento real al biografiado como el interés por la música. De este libro dijo Diego Manrique que es 'el Everest de las biografías del rock', pero ni siquiera uno de los Himalayas es perfecto, y la propia historia de la gestación de esta obra es elocuente sobre el biografiado. Neil Young escogió someterse a las preguntas de McDonough y le dio plena libertad para escribir sobre él, solo para retractarse años después, después de leer el trabajo, y casi conseguir dar al traste con todo el proyecto. Da la sensación de que Young se mueve en la contradicción del personaje que pretende ser auténtico para sus fans, demostrando, justo por ello, tantas veces lo contrario. No es casualidad que este viejo rockero canadiense lograse conectar sentimentalmente con la generación grunge de los noventa. Al final, el libro se publicó sin cambiar una coma. aunque Young prohibió a McDonough precisamente añadir ni una sola coma, con lo que el autor perdió la oportunidad de completar su trabajo incluyendo quizá una mejor revisión con la perspectiva de esos pocos años.

'Quiero que la gente sepa lo malo que era, joder; y lo asustado que estaba y lo bueno que era. La pura realidad, eso es lo que busco, y no un producto'.

McDonough relata con buen pulso la evolución vital de Young, a veces con un nivel de detalle que abruma, sobre todo a un lector que, como yo, disfruta de varios trabajos del canadiense pero no es un fan que se haya calzado toda su discografía. El estilo mezcla la voz del propio autor con testimonios enlazados de un sinfín de personajes (el trabajo de investigación debió ser concienzudo) y diálogos con el músico, cuya personalidad va tomando forma nítida a lo largo de las páginas. Pero aquí no van a leer ninguna reseña completa acerca del libro, porque apenas he llegado a la mitad del volumen y jamás había escrito nada sobre un libro que no hubiese leído por entero y con atención. Si quieren una reseña de verdad, ya les he dejado arriba la que le dedicó hace unos años Diego Manrique ¿Por qué entonces traerlo aquí? Para compartir algunos fragmentos sueltos que considero de interés para esbozar al personaje y - ¿hace falta decirlo? - como excusa para dejar una canción al final.

Young es un músico que se labró su propio camino, fascinado a su vez por personajes como Bob Dylan, además de otras mitologías y fuertes influencias personales; un rockero para los folkies, y un folkie para los rockeros, mirando por encima del hombro los desmanes adolescentes de las bandas que se dejaban llevar por los excesos; un hombre hecho a sí mismo, obsesionado por el control de su vida, de su trabajo y de su imagen personal; un ego a prueba de balas, un liderazgo opresivo para tantos que trabajaron para él. Ya haya contado con una u otra banda de acompañamiento, él tiene que ser el jefe, aunque para serlo tenga que perder, en ocasiones, la música. 'Es la mejor banda en la que he tocado en mi vida, porque no había nadie que estuviera por encima de los demás', dijo en cierta ocasión Young, hablando de Buffalo Springfield, solo para desmentir esa opinión con sus propias acciones a lo largo de su extensa carrera. Esta solo es una de las muchas contradicciones que encuentro en Neil Young, y el valor de 'Shakey' está en mostrárnoslas junto con el resto de sus virtudes y defectos. El trabajo de McDonough es meritorio por respetar tanto a la música como al lector, dejando para nosotros la lectura crítica.


'Siempre ha sido autosuficiente', afirmaba Scott. 'El dinero que tuvo Neil fue siempre fruto de su propio esfuerzo, ya fuera repartiendo periódicos o haciendo cualquier otra cosa, así que no me sorprendió para nada que fuera directo de la barbería de Coles y consiguiera al momento un puesto de chico de almacén; era típico de él'.

'Era un embaucador de primera. De no haber sido así, ¿cómo narices habría conseguido que le dieran de comer? Si estaba sin un duro. Lejos quedaban los días en que Young fingía tocar el ukelele con Danny and the Juniors. 'Flipa, Comrie, empezaste a tocar la guitarra antes que yo', le decía Neil a su viejo amigo. 'Y ahora yo soy mejor que tú'. (Linda Smith)

'Young, Koblun, Harper y Bates empezaron a tocar en el sótano del batería. Young bautizó a la banda los Squires, se encargó de elegir el repertorio y según Rassy, 'si alguien se saltaba los ensayos, se iba a la calle tan rápido que no le daba tiempo ni de reaccionar'. Tras un mes de ensayos y unos cuantos bolos, Harper se quedó fuera del grupo (...) 

'Recuerdo decirle: 'Ostras, no creo que pueda ensayar; tengo hockey'. Y Neil me contestó: 'Bueno, no te preocupes; intentaremos reclutar a otro batería'. 

'El primer recuerdo que tiene Neil de cantar en público es en la cafetería del Instituto Kelvin versionando a los Beatles. Algo más adelante, durante la siguiente sesión de grabación de los Squires en la emisora CKRC el 2 de abril de 1964, la banda grabó un puñado de temas originales de Young, entre ellos uno titulado 'I Wonder', que incluía voz. Al acabar la sesión, el ingeniero de sonido Harry Taylor le dijo a Young sin rodeos: 'Chaval, eres un buen guitarra, pero nunca llegarás a nada como cantante'.

'Neil no estaba seguro de valer para cantar. Creo que fue el aspecto económico lo que lo hizo decidirse, porque si pillábamos a un cantante, tocábamos a menos pasta por cabeza'. (Ken Koblun)

 'Neil estaba particularmente obsesionado con las armonías vocales. Kenny y Bill utilizaban dos micros conectados a un ampli Fender Tremolux para hacer los coros y, según Edmunsen, las voces nunca sonaban lo suficientemente bien. 'Es duro trabajar con Neil', decía. 'Si te equivocabas durante el concierto, te fulminaba con la mirada. Era capaz de herir tus sentimientos, de partirte los putos huesos si hacía falta, y luego se daba la vuelta para irse y te soltaba: 'Lo siento'. La determinación de Neil no dejaba indiferente a nadie. 'Es uno de los tíos más trabajadores que he conocido', comentaba Edmunsen con admiración. 'Es como un tanque; imparable'.

'Pensé que, si conseguía triunfar en Toronto, sería más fácil hacerlo también en Los Angeles. Así que me fui a Toronto y no conseguí triunfar. Entonces me dije: A tomar por culo Toronto. Me iré a Los Ángeles y conseguiré triunfar allí. Total, si acabo triunfando en Toronto, a lo único que aspiraré es a ser enorme en Toronto, pero si me voy a Los Ángeles y tengo éxito, me haré famoso en todo el puto mundo (...) ¿Por qué perder el tiempo intentando triunfar en un sitio que daba igual? Puestos a intentarlo, ¿por qué no probar en un lugar donde el éxito tenga un efecto inmediato?

'Después del primer ensayo, les pregunté: '¿Cómo vais a llamar al grupo?', recuerda Dewey. 'Y van y me sacan aquel cartel: Buffalo Springfield. Les dije: 'Genial, tíos; una apisonadora. Tenéis un sonido pesado. Quedémonos con él'.

'No hubo ni un momento de respiro', le contaría Young después a su padre. 'Todo el mundo estaba preparado. Todos habíamos ido a L.A. por la misma razón, idéntica, y acabamos encontrándonos...' Y mirando atrás, Young pensaba que todos eran iguales. 'Es la mejor banda en la que he tocado en mi vida, precisamente porque no había nadie que estuviera por encima de los demás', le contó a David Gans en 1982. 'Todos éramos iguales; éramos un grupo. Y aquello le daba a la música una inmediatez que no he vuelto a experimentar desde entonces'.

'Ellos eran más folk-rock; nosotros, más rock-folk', comentaba Koblun. Stills y Young hicieron muy buenas migas; cada uno tenía algo que le faltaba al otro. Stills tenía una gran voz, muy accesible, y Young ya componía sus propios temas. Compartían, entre otras cosas, unas complicadas relaciones familiares con padres ausentes y madres imposibles de complacer, y una determinación por llegar lejos que rozaba la obsesión. Pero había una diferencia importante entre ellos: Young era un as de la supervivencia y Stills, del autosabotaje; y mientras que Young aprovechaba sus escapadas a universos ajenos a la música para recargarse las pilas periódicamente (puede que a veces llegando a distraerse), Stephen rara vez soltaba la guitarra'

'Neil estaba muy seguro de sí mismo, muy centrado. Era obvio que iba a triunfar. Creo que lo tenía todo planeado... Sabía lo que se hacía. No creo que Neil hiciera nada de manera espontánea; daba la impresión de que actuaba de manera insensata y espontánea, pero yo creo que en realidad lo tenía todo preparado y no dijo ni mu. Creo que toda su vida se rige por ese mismo patrón'. (Linda Smith)


'En Crazy Horse se respiraba un rollo muy apacible. Me cayeron muy bien desde el primer momento. Había un ambiente como de camaradería; era mucho más apacible que estar con los Buffalo Springfield. Esos tíos eran mi banda; esa era la diferencia. Yo era el que cortaba el bacalao...'

-¿Qué aportó Briggs a Everybody knows?

- Estabilidad. Tenía que convencerme para que cogiera confianza a la hora de cantar. Tenía que aprender a cantar en directo, aprender a sentir la necesidad, la razón de hacerlo. Seguía utilizando los overdubs, porque quería que sonara lo mejor posible; y sin embargo seguía echando mano de los overdubs. No sabía qué hacía mal. Tuve que aprender que (...) la música debería sonar como una sola unidad'.

-Nitzsche comentaba que no parabas de repetirle: 'Quiero ser un cruce de Dylan y los Stones'.

- Probablemente aquello ocurriera cuando ya estaba con los Crazy Horse (...) Quería romper por completo con todo aquel rollo tan perfecto. Era el efecto rebote contra Buffalo Springfield; Crosby, Stills and Nash; mi primer disco en solitario y todas esas movidas. En Buffalo Springfield siempre intentábamos hacer unos discos inmaculados, discos 'de verdad'...'

- ¿El hecho de que Crazy Horse no supieran 'tocar' era algo que te atrajera especialmente?

- Para mí lo más importante era que les encantaba tocar y que se entregaban al cien por cien. Lo segundo más importante era que no tenían ni puta idea de tocar, lo cual me dejaba muchísimo espacio, y hacía posible que, por pocas chorradas que tocara, aquello sonara de la hostia. Cuando algún músico bueno se pone a tocar conmigo, se pasa de la raya. Siempre se acaban pasando; siempre intentan demostrarme lo buenísimos que son'.