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USA '65 (Segunda parte)

 

Maestro de guitarristas, su estilo fue tan imitado que la motivación de los nuevos talentos se centraría en hacer algo distinto, por lo que se vuelve necesario echar la vista atrás para descubrir la revolución que supuso B.B. King en el blues. Así que me perdonarán que me extienda un poco para mencionar algún que otro álbum anterior al año sesenta y cinco, que nos ocupa. ¿Por dónde empezar? King creció como un pequeño melómano, escuchó con más atención que muchos niños de su edad a través de la victrola de su tía Mima, una máquina que, en sus palabras, le cambió la vida. Nunca abandonaría su pasión por la escucha activa, así como el coleccionismo de discos - llegó a tener treinta mil -, recordándonos que todo buen maestro debe seguir aprendiendo toda la vida. 

Y el niño se convirtió en adulto. Riley Ben King era un trabajador disciplinado de Misisipi que un día estropeó el tractor del jefe, tuvo miedo a las represalias y huyó a Memphis, una idea que había empollado largo tiempo; allí comenzó su periplo como bluesman, recorriendo con su instrumento los antros de perdición, y aunque pronto ahorró lo suficiente como para volver junto a su mujer y pagar las deudas al jefe, ya no volvería a contentarse con su suerte. Perseveró, volvió a Memphis y se plantó en la radio demandando una oportunidad, así que vivió de hacer jingles y de darse a conocer en la ciudad; nos encontramos a finales de los años cuarenta. A partir de entonces buscó cómo destacar más allá de Memphis, lográndolo con su versión de '3 O'Clock Blues', cuando conoció a Ike Turner, que además de buen músico rítmico y espabilado buscavidas, tenía buen ojo para arrimarse a los mejores - como años después demostró al casarse con Tina -. El resto de la década fue testigo del lento desarrollo de King, que ya era conocido en Memphis por el apodo 'Blues Boy', cuyas siglas acompañaron por siempre su nombre. 



En 1956 Crown le publicó su primer LP, 'Singin' the Blues', en el que nos encontramos no solo a un buen guitarrista, sino a un cantante que imprime sentimiento a cada pieza; esa expresividad, unida a finos punteos de guitarra a modo de respuestas, se convertirían en marcas de la casa. Es por ello que el estilo de King puede ser más accesible al oyente actual que la pantanosa guitarra de un Muddy Waters, aun con su propio atractivo. Piezas como 'Sweet little angel' nos desvelan en crudo, sin terminar de cocinar (lo que hace tan interesante este primer álbum), los secretos del estilo que hará famoso al guitarrista. No fue necesariamente el más virtuoso: en sus inicios fracasaba cuando quería emular los mejores slides que se marcaban otros bluesman con cuello de botella, como los de su compatriota Elmore James; en su lugar, los fraseos de B.B. King incluían buenos vibratos con el dedo y bends abiertos que extendían las notas. 

El afán comercial llevó al guitarrista a explotar su faceta sentimental, sufriendo altibajos y temiendo el rechazo de una comunidad que valoraba otro tipo de sonidos, en pleno auge del rock'n roll. Blues Boy era versátil y no hacía ascos a trabajar estilos diversos, pero no se quiso subir a aquel tren: su camino evolucionaría con coherencia en los raíles del blues. 

En 1960 publicó 'Kind of the blues' y 'My kind of blues' - en el sello no se exprimieron la cabeza con los títulos -, discos mejor cocinados. Sin embargo, King no estaba satisfecho con la compañía, y no solo era cuestión de dinero - aunque principalmente. A comienzos de los sesenta, incluso teniendo en cuenta la creciente fama, vio que su carrera pendía de un hilo. Crown pertenecía a los Bihari, cuya estrategia de ventas pasaba por promocionar a otros artistas de su catálogo en las fundas de los discos, ofreciendo una apariencia pobre. Si revisan las fundas originales en Discogs, pueden verlo en sus contraportadas. Así lo recuerda el guitarrista, en una cita extraída de la obra de Ted Gioia, 'Blues. La música del Delta del Mississipi':

'Cuando entraba en las tiendas de discos y miraba el material de los demás - de Ray Charles o de Joe Turner -, siempre tenían unas breves notas y unas bonitas fotos en la carátula. Los álbumes costaban tres dólares con noventa y nueve. Pero las producciones de los sellos de los Bihari -RPM, Modern, Kent y Crown - iban directamente a la sección de ofertas'.

Para alguien como King, debía ser frustrante encontrar sus discos a noventa y nueve centavos, casi vendidos al peso. Esta estrategia, aún más notoria en los singles, era consecuencia de un paradigma ya anticuado en el que primaban los conciertos sobre las grabaciones, concibiendo los discos como flyers promocionales. Así pues, a punto de enterrarse para siempre en esa sección de ofertas y de pasar a la historia como un talento efímero, en 1962 B.B. decide cambiarse a ABC Records, de Paramount. Crown había perdido a una estrella, pero sus dueños siguieron publicando material grabado del bluesman, lo que explica que, a pesar de haberles abandonado un par de años atrás, el sello Kent - otra marca de los Bihari - lograse un inesperado éxito en 1964 con el single 'Rock me baby' a nombre de B.B. King, cuyos beneficios fueron a los bolsillos de los Bihari. No deja de ser irónico que la primera canción de la carrera de King en tocar el éxito se vendiese a través de un sello para el que no trabajaba. Este es el contexto en el que surge la idea, desde Paramount, de relanzar a su fichaje en un formato que lo daría a conocer en su elemento natural. Ladies and gentlemen...

Live at the Regal. B.B. King.


Grabado en directo en el Regal Theatre de Chicago, 'Live at the Regal' inspiró a músicos de ambos lados del Atlántico y extendió la fama del guitarrista. El disco goza de fresca energía, captando perfectamente lo que pudieron ser las mejores actuaciones de King acompañado de su banda: casi parece sentirse el calor de la sala y del público amontonado; los gritos fervorosos que acompañan a los momentos intensos, las subidas y bajadas de tensión, los vientos y metales, el piano, la voz de King... Todo a mayor velocidad que sus grabaciones de estudio, incluso reduciendo la duración de las canciones al mínimo indispensable, como en el caso de 'Woke up this morning'. Pero todo funciona. Exceptuando el inicio, con el clásico 'Every day I have the blues', aparecido en su álbum debut, la primera mitad de los temas está conformado por blues lentos, y la segunda mitad por canciones rápidas. No me extiendo más, les dejo tres cortes representativos. Así fue como B.B. King no volvió a encontrarse en los cajones de ofertas a noventa y nueve centavos. 



Recuerdo que, en cierta entrevista, Diego Manrique se quejó de un cliché del que suele abusarse a la hora de hablar de artistas negros de los años sesenta, que es apelar a su defensa de los derechos civiles. Bajo la crítica de Manrique se escondía el señalamiento a la superficialidad de muchos periodistas jóvenes. ¿Cómo no iban a defender los derechos civiles? - se preguntaba Manrique - si eran negros, eso es algo que se daba por hecho. Podemos añadir que siempre acertaremos ante la sensibilidad actual al subrayar esos aspectos. Lo cierto es que, como hemos insistido en la anterior entrada, el racismo norteamericano de aquel entonces era una realidad palmaria, sin duda la mayor lacra que arrastraba el país que se consideraba más libre del mundo.

Sin embargo, podemos completar la referencia a Manrique añadiendo que, a pesar de todo, no todos los artistas negros se sintieron igual de cómodos en aquella reivindicación. Jimi Hendrix, por ejemplo, fue arrastrado en la confrontación muy a pesar suyo, y James Brown, a pesar de representar como pocos la música negra, sabía ponerse de lado cuando determinados problemas no convenían al negocio. Una de las artistas en las que sí es necesario mencionar su adhesión a aquella lucha fue Nina Simone, quien volcó su imagen y su trabajo musical a la causa afroamericana, aunque también debo decir que no siempre para bien. 

Creo que los artistas que en su momento más contribuyeron a socavar el racismo estadounidense fueron quienes, sin perder compromiso ni actitud, supieron convencer a todas las audiencias de que la integración era el único destino ético posible. Nos encontramos en la década de las películas de Sidney Poitier, con títulos tan recordados como 'En el calor de la noche' o 'Adivina quién viene a cenar esta noche'. Puedo entender la reserva de quienes consideraban a Poitier un tío Tom, o sea, un negro complaciente, aunque en absoluto comparta la opinión: aún quedaban por superar muchos clichés hasta llegar al fin a un mentalidad que igualara a los norteamericanos en todas las posibilidades humanas. Podemos entender, repito, posturas como la de Nina Simone en un contexto en el que aún no se hacía justicia con la desigualdad racial, pero a la vez no compartir su beligerante postura, contraproducente en no pocas ocasiones. 

Nina también pudo escudarse en su condición para justificar alguna de sus penas vitales, como su denuncia de no haber conseguido una beca juvenil para acceder a cierta academia musical elitista por motivos racistas, hecho que con el tiempo ha sido puesto en duda. En cualquier caso, hay que juzgar a la persona en su contexto: su perfil social fue marcado a cincel por una dura trayectoria en la que no faltaron frustraciones y palos en la rueda, y aún con sus luces y sombras, sirvió de modelo de actitud y personalidad.

I put a spell on you. Nina Simone.

Aunque el resto de aspectos biográficos sean tan interesantes para este servidor, nos toca ya hablar de lo importante en esta entrada, que es su música, pues es evidente el valor de la obra musical del personaje que nos ocupa. Eunice Kathleen Waymon se hizo llamar Nina Simone y, como es sabido, tenía el sueño de convertirse en la primera mujer negra que tocara el cielo de la música clásica y académica. Nunca quiso aceptar ser encasillada en el jazz, el soul o el blues, o sea, géneros negros, ni convertirse en una nueva Billie Holiday, una diva negra que el público blanco pudiera aceptar. 

Su carrera comenzó desde abajo, tocando el piano y cantando en tugurios a espaldas de su familia, siempre como medio hacia un destino superior, tal como lo pensaba ella. Pero como suele pasar, citando la socorrida frase atribuida a John Lennon, la vida es aquello que a uno le va sucediendo mientras está ocupado haciendo otros planes, así que ese medio terminó por convertirse en el destino de Nina Simone, un destino a medias escogido y a medias forzado. Para resarcirse, la artista negará las etiquetas musicales: lo que ella hacía era música clásica negra, y aquí no vamos a oponernos.

En 1965, con treinta y dos años, ya tenía a sus espaldas una carrera en el negocio musical y cargaba con un marido que a la vez era su manager (mal negocio), pero este año sesenta y cinco será especialmente destacable por la publicación de dos de sus álbumes más recordados, bastante diferentes entre sí. Aun con su eclecticismo, 'I put a spell on you' es un disco más cercano al pop, para entendernos: además de las líneas melódicas accesibles, la artista y su piano están apoyados por arreglos de viento y cuerda. Comenzando por la potente versión que da título al disco, o con 'Tomorrow Is My Turn', cuyos arreglos están inspirados - imposible obviarlo - en la música de James Bond, pasando por la chanson francesa 'Ne me quitte pas', cuya versión les dejo en el segundo audio, el álbum incluye tanto cortes dulces como clásicos imprescindibles a la altura de 'Gimme some' y, por encima de todo, la más popular, la magnífica 'Feeling good', mi preferida del conjunto.


Pastel Blues. Nina Simone.


'Pastel Blue' nos ofrece una experiencia distinta, Nina Simone en intimidad con su piano, casi en ausencia de arreglos orquestales.  Las cartas se ponen sobre la mesa con la desnudez a capella de 'Be my husband', que da inicio a la obra. Aunque hay piezas alegres, en este caso los cortes que me interesan son los tristes, como 'End of the line' o 'Tell me more and more and then some', que van en sintonía con ese 'blues' del título, aún teniendo en cuenta el eclecticismo que hace difícil encasillar el álbum en uno u otro estilo: ¿blues? ¿soul? ¿jazz? Un poco de todo. Otra característica que define este álbum y lo diferencia aún más del anterior es su remarcada reivindicación por la causa que tanto la marcó, al incluir la versión del clásico de Billie Holliday 'Strange fruit', de letra estremecedora, que nos conduce al apoteósico final con 'Sinnerman', cumbre que corona el álbum. La versión, esta vez tomada del góspel, era conocida por Nina desde la infancia, y aquí la desarrolla hasta superar los diez minutos de duración. Queridos hermanos, tengan compasión del pecador. 



El más joven de los tres artistas que pasean por esta entrada tuvo, por desgracia, la carrera más corta, un relámpago que en solo tres años alumbró el soul y fue adoptado, a su vez, por la generación enrollada del rock. Teniendo en cuenta que planeaba abrirse camino en el mercado generalista, no sabemos hasta dónde habría llegado de no haber terminado de aquella forma tan absurda, que nos recuerda el final de Buddy Holly.

Otis Redding era sureño a todos los efectos. Criado en Macon, la misma ciudad de Georgia de la que salió (el diablo sabrá cómo) el gran Little Richard, supo muy pronto que lo suyo era cantar, y cantando góspel gana su dinero, hasta que la necesidad llama a la puerta y, a los quince años, tiene que trabajar en distintos empleos físicos para contribuir de verdad en la familia. Pero no deja de cantar, y de este modo conoce al guitarrista Johnny Jenkins, con quien empezará a rular, y rulando termina cantando para la banda de su ídolo Little Richard, cuando éste decide abandonar el rock'n roll para limpiar sus pecados. El caso es que, a los veintiún años, Otis tiene más recorrido vital y más carretera que muchos músicos actuales a los cuarenta, y en ese continuo rular llega su oportunidad, pues un ojeador de Atlantic recomienda a Jenkins que se de un garbeo por el estudio de Stax, en Memphis, y como éste no sabe conducir, Otis hará de chófer. Estamos en 1962, pero no tan deprisa... ¿Qué interés puede tener un representante de Atlantic en Stax Records? ¿Acaso no son la competencia? Viajemos con Otis a Memphis para enterarnos un poco del percal.


Fundada por Jim Stewart, Stax Records había montado su estudio en un antiguo cine de la ciudad. El estudio era algo así como la casa encantada del soul sureño: con pocos medios y deficiencias técnicas, contaba sin embargo con un equipo comprometido de músicos de alto nivel. Nada que ver con el estilo industrial de la Motown de Detroit: las sesiones de grabación de Stax, aun siendo maratonianas, tenían mayor componente artesanal. Stewart era un empresario de miras más cortas, aunque lo que salió de aquella casa terminaría alcanzando cotas de leyenda. El caso es que Stewart, que no podía hacer frente a la distribución nacional, fue engañado por Atlantic Records en lo que fue una de las mayores pifias empresariales de la historia musical, casi a la altura de la negativa de Decca a fichar a los Beatles: en el contrato firmado, Atlantic se adueñaba de todos los masters de Stax que vendía fuera del estado de Tennessee. Les dejo el testimonio de Steve Cropper, tomado de 'Jinetes en la tormenta' de Diego Manrique:

'Nos desplumaron, todavía se atribuyen docenas de discos nuestros, que ellos simplemente ponían en las tiendas. Nos robaron, pero al estilo americano, con abogados, firmado y rubricado. Claro que Jim [Stewart] se equivocó demasiadas veces. Había regalado nuestro catálogo, pero estaba obsesionado por conservar la exclusividad de nuestro talento'.

Retener los buenos fichajes es buena estrategia si se ata el resto de cabos, y en la industria discográfica, sobre todo si hablamos de artistas de éxito, el dinero llega con la propiedad del catálogo. Si no, que se lo pregunten a Paul McCartney, quien aconsejaría al respecto a un joven Michael Jackson, que hizo tanto caso al consejo que terminó comprando el catálogo de los Beatles, dejando a su mentor a dos velas. Pero volvamos a 1965. Estábamos en la carretera con Johnny Jenkins y Otis Redding. Una vez llegados a Memphis, el primero no logra pasar la prueba, pero los de Stax se fijan en el chófer y graban algunas tomas. Había algo especial en esa voz rota y expresiva, una voz que suena bastante madura para sus pocos años.

Otis Blue/ Otis Redding sings Soul. Otis Redding.

Otis Redding fue fichado por Stax y en los siguientes dos años no le faltaron bolos. Es conocida la anécdota de que en cierta ocasión, cuando Otis manifestó cansancio por el trabajo, Al Jackson le replicó: '¿De qué hablas? Estás en la carretera todo el tiempo. Todo lo que puedes buscar es un poco de respeto cuando vuelvas a casa'. Y Otis, que además de cantante era compositor, tomó nota de aquella frase. 

Su primer álbum, 'Pain In My Heart', pretendía darlo a conocer, pero fue en 1965 cuando tocó el cielo con el tercer trabajo. ¿Cómo explicar la alquimia de 'Otis Blue'? La mayoría de los cortes son versiones y todo se grabó deprisa y corriendo, casi todo el material en veinticuatro horas; sin embargo, basta ponerlo de principio a final para dejarse arrastrar por su magnetismo. Podría decir, en primer lugar, que los músicos de sesión hicieron un excelente trabajo. Además, el repertorio está bien escogido, comenzando por las tres canciones originales de Otis Redding, y no en vano una de mis piezas preferidas es 'Ole Man Trouble', que abre el álbum. 'I've been loving you too long' es otra maravilla de Redding, por la fuerza sentimental que no cae en lo pasteloso. En cuanto a 'Respect', inspirada en aquella anécdota que les contaba antes, es un caso curioso en la historia de la música, pues la canción terminó independizándose de su creador: versionada años después por Aretha Franklin, el imaginario popular la interpretó tanto como un himno a favor de los Derechos Civiles como por un himno feminista, cuando ninguna de esas motivaciones estaba en la mente ni de Otis Redding ni originalmente tampoco de la propia Aretha Franklin. Hoy, 'Respect' es beatificada y celebrada en los altares por aquella lectura posterior, pero ya habló Umberto Eco de cómo las obras toman vida propia.


Si nos fijamos en el resto del repertorio, llama la atención que se den cita nada menos que tres versiones de Sam Cooke, muerto apenas unos meses antes de la grabación de 'Otis Blue': 'Shake', 'Wonderful world'... Y aunque Jonathan Gould, autor de la biografía 'Otis Redding. Una vida inacabada', considere poco afortunada la versión de 'Change gonna come', a mí me parece una de las mejores que incluye el álbum, sobre todo por el contraste entre la voz aterciopelada de Cooke y la de Redding, así como los arreglos que consiguen alejar tanto ambas grabaciones. Lo cierto es que Otis admiraba sinceramente a Sam Cooke y quiso honrarle en este disco: tenía suficiente control sobre su trabajo para decidir qué canciones incluir o cómo quería que sonasen los arreglos; solía canturrear o silbar para indicar a sus colegas lo que tenían que conseguir. Por cierto, ¿recuerdan el famoso silbido de Sentado en el muelle de la bahía? No estará en la mente de Otis incluirlo en la canción, sino marcar la línea melódica donde incluir una estrofa aún no escrita. Pero volvamos a 1965, que tengo la fea costumbre de moverme en el tiempo.


Gracias a la alquimia en el estudio de grabación, el resto de versiones consiguen un efecto unitario, como si hubiesen sido creadas por el propio Otis Redding. Y repito, creo que parte del valor del álbum, además de la portentosa voz de Redding y la buena ejecución de los músicos, que consiguen es efecto acerado - a veces incluso agresivo y funky - está en la selección: 'Rock me baby' de B.B. King, 'My Girl' de los Temptations, 'Down in the Valley'... Y 'Satisfaction', de los Rolling Stones. Es conocido que Otis Redding no había escuchado la canción de los británicos antes de grabarla, y que en este caso no fue una elección suya, siendo añadida en el último momento tras darle unas pocas indicaciones a Otis (toda la grabación fue, repetimos, muy acelerada), aunque el fraseo es tan sospechosamente parecido al de Mick Jagger que alguna voz suelta ha especulado con la posibilidad de que Otis no dijera del todo la verdad, y que su forma de cantar fuese en realidad una mofa del intento de Jagger de sonar americano. Sea como fuese, pongamos que no conocía la canción: tanto en ese caso como en el contrario, lo hicieron de perlas; para Keith Richards, la de Otis es la mejor versión de Satisfaction.

Y con esto cerramos la entrada, que ha sido bastante larga. Ya ven que esta vez no he numerado la selección; la razón es que he sido incapaz de establecer una selección ordenada de preferencia entre géneros tan diversos, así que por esta vez, y sin que sirva de precedente, reservamos una entrada a los artistas negros y otra a los blancos. Y aunque siempre prometo lo mismo y termino abusando de vuestra sufrida paciencia, la próxima entrada, en la que hablaremos un poco de otros álbumes del año, será más corta.

Comentarios

  1. Cuanto podríamos hablar y hablar sobre estas tres personajes de la música negra. Hora y horas y no los agotaríamos nunca.
    Yo estuvo en el concierto en que B.B. King celebró sus 70 años y fue una noche magnífica. Es curioso, era un producto genuino del Blues del Delta, te recomiendo el libro de Ted Goia sobre el tema, que supo adaptarse de forma increíble a su viaje a Chicago alrededor de la Chess Records artífices del blues eléctrico y luego quizás junto al gran John Lee Hooker se convirtió en modelo y norma para el naciente rock and roll sin perder su esencia.

    No se si has visto el excelente documental que pusieron en las televisiones sobre Nina Simone. "What Happened, Miss Simone?"
    En ele se nos retrrat a una artista que supo convertir en arte todo su infinira ira hacia un arte que la discriminaba. Por ejemplo, ella quería ser una pianista de música clásica pero le cerraron las puertas. Hipersensible ante el racismose marcho de su país, tras abrazar la causa de las Panteras Negras y creo que no volvió. Tenía un carácter muy difícil con problemas serios probablemente bipolar y sus días postreros fueron duros, lo salvo en parte el jingle del famoso anuncio.
    Otis, en tres años llegó arriba y murió cuando no le tocaba. Verlo en directo como en ese documental de su actuación en Londres con los Booker T es una experiencia brutal. Y si encima están Sam and Dave es pura maravilla.
    Saludos

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    1. He escrito muy deprisa, perdona los errores.

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    2. Nada que disculpar, Doctor, se agradece el comentario.

      Una suerte haber estado en ese concierto de su 70 cumpleaños. Yo tuve la oportunidad de verle una vez, que actuaba en la margen derecha del Gran Bilbao, pero me fue imposible, no recuerdo ya por qué.

      Leí el libro de Ted Gioia hace años, y lo he citado en la entrada: es muy bueno, una divulgación de nivel sobre los grandes nombres del blues del Misisipi. Una de sus referencias obligadas es Alan Lomax, el musicólogo que en su momento más investigó en los orígenes del sonido del Delta, consiguiendo grabaciones únicas. Aunque como buen folklorista, fue uno de los que arrugaron la nariz con la reinvención eléctrica de ciertos artistas como Dylan. A diferencia de otros, B.B. King siguió su propio camino, sí, y aunque nunca se apartó del blues, es verdad que influyó mucho a los rockeros: Jimi Hendrix comenzó sus andadas imitando su estilo.

      Nina Simone creyó de verdad que le habían cerrado las puertas, y lo vivió como una gran injusticia, pero ya digo que su percepción se ha cuestionado bastante. Tampoco es verdad que hasta entonces el Curtis Institute no hubiera becado a ninguna mujer negra, pues una tal Blanche H. Burton-Lyles se había graduado allí en el 54. Lo más seguro es que, sencillamente, había una tremenda competencia y, a pesar de su talento, no la seleccionaron, sin mediar motivos racistas. Eso no quiere decir que ellas no viviera otras experiencias directas de racismo que sin duda la marcaron.

      Me apunto el documental sobre esa actuación de Otis Redding, a ver si consigo dar con él. Pinta muy bien lo que cuentas.

      Gracias por el comentario. Un saludo.

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  2. No me extraña que tu entrada sea tan amplia, porque siguiendo el comentario del doctor yo diría que con cada uno de los tres protagonistas ya daría para un libro. Por otra parte son personajes que trascienden un año en concreto, sea el 65 o cualquier otro. De todos modos lo has sintetizado muy bien, y eso es lo más difícil cuando se trata de elementos de este calibre.

    No hay mucho que añadir, salvo quizá algunas consideraciones generales. En el caso de B.B. King por ejemplo se ha citado con frecuencia su ludopatía como razón principal de su exceso de producción, muchas veces redundante, o de sus giras continuas. Tiene gracia que durante un tiempo viviese en La Vegas como "terapia", pero parece que le funcionó. Y contra eso está el hecho innegable de que él fue el puente entre el público blanco masivo y el blues, así, en términos generales: su popularidad ayudó a sacar la cabeza a gran parte de sus colegas, que le deben tanto como él lo debe a algunos músicos blancos como Clapton. Siempre se ha citado su generosidad y su sentido de la gratitud.

    Nina Simone tuvo que luchar toda su vida contra ella misma, que a veces veía gigantes donde solo había molinos. Era una persona insegura con algunos desequilibrios mentales que en algunas épocas de su vida llego a padecer pequeños "infiernos interiores". Si a eso sumamos el racismo imperante en la época, que ya protagonizó de pequeña y que la fue haciendo extremadamente sensible a él (más algunos desgracias en forma de violencia sexual), es hasta cierto punto lógico ese carácter suyo. En lo musical, cualquier definición se quedaría corta para valorar su obra: los personajes atormentados, si además tienen un genio artístico, suelen ser extremadamente brillantes. .

    Y al hilo de tu comentario cobre Otis y sus versiones de Cooke, ya sabes que tiene que cargar con el sambenito que le adjudican algunos hermanos de raza demasiado puristas, culpándole de haberse apropiado de su legado, lo cual es totalmente injusto. Es verdad que algunas canciones suyas están "inspiradas" en Cooke, y que más de una versión suya tal vez la hizo aprovechando el rebufo, pero en cualquier caso siempre se declaró admirador suyo y supo honrarlo incluso con homenajes grabados y en sus directos. Por otra parte, también supo apoyar a nuevas promesas del soul como Arthur Conley, que por su condición de gay lo tuvo muy crudo en el negocio: un machote como Redding, que se metía en toda cuanta bronca hubiese por cerca (a veces con pistolas por medio), se erigió en protector suyo y le fue dando oportunidades.

    Y por último: gracias por citar a Steve Cropper, el blanco con el alma negra. Más de la mitad del repertorio histórico de Stax/Atlantic cuanta con la luminosa guitarra de este señor. Que por cierto, la canción "de la bahía" está compuesta a medias por los dos, que efectivamente decidieron lo del silbido porque faltaba esa estrofa. Cropper ha compuesto más piezas (y más partes) de las que se cree en ese mundillo, pero su generosidad hace que en muchas de ellas no aparezca su nombre.

    Lo dicho: un entrada tan tremebunda como buena.

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    1. Gracias, Rick. Es verdad que estos personajes trascienden este año, y lo he aprovechado para presentarles un poco.

      Respecto a B.B. King, quizá este 'Live at the Reagal', además de su calidad y carácter festivo, tiene un interés especial porque (corrígeme si me equivoco) en aquellos años aún no había arreciado la fiebre por el blues, en la que contribuirían los británicos. Sabía lo de la ludopatía y me parece curioso su ''tratamiento'' de vivir en las Vegas. Como decís el Doctor Krapp y tú, sin salir de su género fue un puente entre el blues y el rock y un modelo para muchos guitarristas.

      Nada más que añadir sobre Nina Simone: personaje complicado e interesante, con una producción musical única. Dada su vida, no he pretendido juzgarla en exceso por su postura a favor del activismo violento.

      Las versiones de Cooke que realizó Redding pudieron llegar en el momento oportuno, pero como dices, todo apunta a un muy respetable tributo. Le honran el resto de posturas que comentas.

      Y la cita de Steve Cropper ha sido fortuita, tomada de un artículo de Manrique, como testigo de primera mano de aquella relación entre Atlantic y Stax. He leído su nombre muchas veces a cuenta de trabajos y colaboraciones, pero apenas sé nada de él, así que gracias a ti por dejar constancia de su trabajo. Me fijaré a partir de ahora para distinguir esa guitarra. Es una pena que ese tipo de músicos, incluso algunos de gran relevancia, sean ignorados por la mayoría, entre los que me incluyo.

      Un saludo.

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  3. Saludos. Observo que continúan proliferando nos N-singers, lo cual, de por sí, no tiene nada de malo, muy al contrario. Qué lástima Otis Redding, creo que «The Dock Of The Bay» debería ser de obligada audición para cualquiera que quiera hablar de música. La canción parece al principio estar hablando de un personaje solitario (¿pescando?) sentado en el muelle, o contemplando el horizonte. Y de repente, llega la frase que hace, como suele decirse, que se te caigan los palos del sombrajo y lo entiendes todo sólo con esa frase: «I left my home in Georgia…». y luego siguen hallazgos geniales en la letra: «Sittin' here restin' my bones / And this loneliness won't leave me alone, listen / Two thousand miles, I roam / Just to make this dock my home…». Genial.

    Detalle técnico: ¿Es mi oído, o las grabaciones de estudio (y curiosamente, también los directos de aquella época) suenan mucho mejor que las grabaciones actuales? Tengo discos importados, y recuerdo la calidad de sonido de los DECCA y RCA Victor (en música clásica), y en jazz los Verve y Blue Note. Pero los pop, rock etc. no estaban tán cuidados, ni siquiera los de artistas muy reputados. En todo caso, las grabaciones con que nos obsequias son de muy buena calidad. Sí, yo era uno de aquellos maniáticos que oía discos de vinilo midiendo el peso de la aguja en décimas de gramo, les pasaba un cepillo antiestático antes de cada audición, medía la velocidad del plato con luz estroboscópica, usaba un plato con niveles de burbuja y amortiguadores y nunca, nunca le presté a nadie un disco de vinilo. Ahora ya no oigo vinilos, y me conformo, por vagancia, con YouTube. «This is the end…».

    Gracias por la música, pero sobre todo, por las historias, las anécdotas, las biografías, los detalles que casi nadie conoce. Me apasiona leer todo lo referente a la música. Bueno, y también escucharla. :)

    Permíteme que, de aquel año, mencione Organ Grinder Swing de Jimmy Smith, que nos enseñó a todos lo que es un órgano Hammond B3. Aunque quizá entraría más bien en el capitulo del jazz, pero bueno, yo hace mucho que no tengo tán claras las categorías (al contrario que Rick, capaz de clasificar sin dudar cualquier cosa que oiga, es como el Linneo de la música :)).

    Saludos y hasta la próxima.

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    1. Muy bueno tu comentario a Sittin on the dock of the bay, Entangled.

      Sobre el tema del sonido no sé qué decirte, porque entiendo muy poco. He escuchado muy pocos discos en vinilo: soy de la generación del CD, y de tanto en tanto sigo comprando cedés, porque me gusta tener en formato físico aunque solo sea los discos que más me gustan, escuchando mayoritariamente a través de descargas y, en tercer lugar, spotify cuando voy por la calle (a veces también recurro a Youtube por su rápido acceso, como tú).

      Los vinilos que más escuché en la infancia no son tan antiguos como los de esta entrada, sino de los setenta y ochenta, a través de la pequeña colección de mi padre. Será la impronta, pero aun a día de hoy, si pienso en determinadas obras (por ejemplo, las Cuatro Estaciones de Vivaldi en clásica o la colección de Alan Parsons Project en rock, Mike Oldfield y unos cuantos) por mucho que ahora los escuche en otro formato, me viene a la mente el leve crujido de la aguja. Con un buen tocadiscos, amplificador y bafles, el sonido era magnífico.

      Pero yendo al tema de las grabaciones y a la música de esta entrada, de primeras diría que la calidad no podía ser mejor, dada la precariedad técnica de la época. Es verdad que por ejemplo esta edición que me descargué de 'Live at the Reagal' suena muy bien, pero doy por supuesto que será una remasterización. En general, creo si las grabaciones de estudio de la época tenían una adecuada ecualización y, sobre todo, el disco estaba bien masterizado, podían sonar bien en un equipo adecuado, y hoy las remasterizaciones consiguen actualizar los discos y pulir algunos defectos que pudieron tener en su momento.

      La música clásica es otro mundo, y me consta que hay grabaciones históricas muy reputadas donde pesa la interpretación irrepetible, como sabrás mejor que yo.

      Suena bien esa grabación que dejas. Para que veas mi ignorancia, no tengo ni idea de quién es Jimmy Smith ni su órgano, así que te agradezco otra vez el aporte y te invito a que no te cortes en recomendar por aquí toda esa música que consideres y quepa en el año de la entrada, venga del género que venga. Casualmente tengo un disco de jazz de 1965: el emblemático ''A love Supreme'' de Coltrane. Es uno de esos pocos discos que tenemos incluso los que no estamos metidos en el jazz. Lo compré a ciegas hará unos años al verlo en buena oferta y me gustó, aunque exceptuando algún otro disco - My favourite things o, particularmente, Sketches of Spain de Miles Davis - no he abundado en el género. Quizá algún día meta el hocico. Para mí es más digerible el jazz anterior a aquellos renovadores, y con esto me refiero al jazz bailable, el swing, las Big Bands o incluso el ragtime... Así que lo dicho: gracias por el aporte.

      Un saludo.

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  4. Intervengo.
    Jimmy Smith es el factotum del órgano eléctrico. Lo sacó de las iglesias y de la música gospel, como cantando hicieron Ray Charles y Sam Cooke, y lo llevo a la música negra sea jazz, r&b, funk o pop.
    Fue el mayor representante de su Hammond B3
    Altamente recomendable
    Te paso un vídeo de uno de sus temas populares.
    https://youtu.be/i_m-gyi5Fno

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    1. Hallo Doktor.
      Pensaba que en estos tiempos ya nadie quería tocar el órgano Hammond, hasta que encontré a Domitille Degalle (nombre artístico "DOMi"), de Nancy, practicando en este vídeo un viejo Hammond en el Berklee de Boston. Es de hace 5 años (tenía 18). Tendrías que oirle tocar ahora.

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  5. Ah, pues si también os vale el Hammond C3 os recomiendo que escuchéis al trío del australiano Lachey Doley. Que por cierto, es un admirador de Stevie Winwood, y en consecuencia del señor Smith (Winwood dice que se aficionó al Hammond escuchando precisamente a Jimmy Smith). Anda entre el blues y el rock, pero al final acaba haciendo todo tipo de cosas.

    https://youtu.be/5N-4f_Z-nqo

    https://youtu.be/35txN4JTw2Q

    Y... bueno, también hace cosas raras con otros teclados...

    https://youtu.be/IUDUCTsXPiE

    Hoy en día, con los gustos actuales, no será nunca una estrella. Pero tiene una base de aficionados bastante amplia.

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  6. Hola, Doctor. Me gusta su sonido, el ambiente que consigue el organista con el instrumento, que efectivamente recuerda al sonido de iglesia, pero reconvertido para el jazz. El guitarrista forma un buen combo, pero en este vídeo diría que a veces se pierde un poco en sus solos, o así me lo ha parecido.

    En la Wikipedia se asocia el órgano Hammond a muchos artistas, pero supongo que a veces de manera puntual y en sus distintos modelos. Tenía curiosidad por el uso que pudo darle Ray Manzarek, para distinguir en particular los Hammond clásicos de otros órganos eléctricos, ya que usaba distintos teclados, pero leo ahora que casi siempre se trataba del Vox Continental. El que sí usó claramente el Hammond clásico fue Winwood, que menciona Rick, entre tantos otros. Lo de distinguir entre modelos B3 y C3 lo dejo para otro día.

    Interesante esa instrumentista, la tal DOMi, Entangled. No me extraña que hoy haya artistas que se decanten por este u otros instrumentos ''añejos'', ya que son perfectos para crear determinados ambientes.

    Brutal este Lachy Doley, Rick, sobre todo en esa interpretación de 'I'm a man'. Me parecen realmente buenos. Y lo del vibrato para la versión de Hendrix, además, muy vistoso en el escenario.

    Muchas gracias a los tres por las aportaciones. Hoy he aprendido una cosa más.

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    1. Manzarek no comenzó a usar el Hammond -y muy esporádicamente- hasta bien entrados los años 70 (creo que fue en “L.A. Woman” cuando debutó con ese teclado). Si te fijas en el sonido de los discos de ese grupo verás que los teclados suenan muy “poppies”, y perdóneseme el sacrilegio. Su teclado habitual era un Vox, generalmente el modelo Continental, y a veces un Farfisa. Lógicamente le gustaba ese sonido, que va muy bien con el estilo del grupo, y además tenía un argumento irrebatible: es mucho más fácil de mover para ir de gira; en ese sentido los Hammond son un coñazo. Ah, y para el bajo usaba un Fender Rhodes. Ya sé que hay mucha gente que prefiere el sonido de las cuerdas (por lo general yo también, el bajo es mi instrumento preferido), pero reconozcamos que el sonido de ese teclado es delicioso.

      Para que te familiarices e inevitablemente te enamores del Hammond, ahí van cuatro muestras. Primero Brian Auger, luego Booker T. (el muchacho de la guitarra blanca es Steve Cropper), una pequeña exhibición de Estebancito y finalmente la clase magistral del señor Smith. Es evidente que su mundo está en el jazz (por concretar un poco), pero los tres anteriores y prácticamente todo aquel que se dedique a este teclado han aprendido de él.

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    2. Es un sonido muy característico el de este órgano Hammond, desde luego diferenciado de teclados posteriores. Ya sea tocado con notas mantenidas, al estilo eclesial (como Winwood en su Gimme some lovin) o con acordes y punteos rápidos de R&B. Y mira que lo he escuchado veces... Sin ir más lejos, está presente en ''Like a rolling stone''. Ahora ya podré distinguirlo de otros.

      Los dos primeros vídeos que dejas son un gustazo: virtuosismo de buen gusto. No conozco a Brian Auger, pero por lo que veo, fue un músico de sesión de categoría, a juzgar por sus colaboraciones. En Green Onions, además del teclado, destacan los dos guitarristas.

      La ausencia del bajo fue una de las principales características de los Doors, pero es verdad que el teclado lo suplía perfectamente. Por lo demás, el sonido de Manzarek es muy propio, sí, psicodélico y por ello mismo más ''poppy'', como dices (aunque el grupo no sea precisamente power pop) por eso me sorprendió encontrarlo en la extensa lista de instrumentistas que tocaron el Hammond. Pero digo lo mismo que antes: ahora me fijaré un poco más en las diferencias en los teclados.

      Gracias otra vez por el aporte.

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