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Hay un grupo en la ciudad...

Goar, Natxo, Pedro y Paquito. Segunda formación de Cicatriz.


Tengo los blogs abandonados tras un mes con el tiempo apretado, pero ya estamos de vuelta para conectar poco a poco. He estado escuchado un poco de todo, sin olvidar a los de siempre, así como los grupos de pospunk que más me han acompañado en los últimos años: Damned, Joy Division, Siouxie... Rory Gallagher ha tocado especialmente, ya que tuve la suerte de encontrarme un par de cedés en oferta: sin ninguna prisa, espero hacerme con los que me quedan para completar su discografía de los setenta. El último descubrimiento que celebro es el que fuera debut de Stray Cats, que desde hace una semana se ha adueñado del reproductor del coche, sustituyendo a un Neil Young cansado de tocar los mismos solos cada vez que meto la primera. ¡Vaya con los Stray Cats! Ese debut no tiene canción mala. Los Kinks acaban de lanzar un nuevo recopilatorio, ''The Journey - Part 1'', que al parecer viene con un simpático libreto en el que los autores comentan las canciones incluidas. Les confieso que he tenido que refrenarme para no agenciármelo, porque ya tengo toda su discografía de los sesenta y parte de los setenta y sería un capricho innecesario. ¿Les he dicho ya que me encantan los Kinks? 

La próxima entrada de la serie correspondería al año sesenta y seis en América, pero como a misa no se va con prisa, haremos un pequeño paréntesis en la serie principal en el que aprovecharé para publicar un texto que tenía casi listo desde los inicios del blog. Pero mejor dejemos la cháchara, porque con tanto circunloquio parezco inspirado por el espíritu de Laurence Sterne.

Lanzo una sencilla reflexión al hilo de la entrada anterior. ¿Significa algo la autenticidad? Ese concepto tan etéreo y manido, tan abusado en la historia del rock. La autenticidad es tantas veces un mito y, cuando no lo es, no pasa de una serie de consideraciones banales. Nadie puede poner en duda que es más auténtica la voz de Janis Joplin en sus grabaciones que la voz de Madonna, por no hablar de las pistas de voz hipertrofiadas con Auto-Tune de cualquiera de los cantantes actuales de música urbana. ¿Es esa autenticidad un valor musical? Objetivamente, no tiene por qué. La industria del pop ha contado siempre con la tecnología, y su mercado con la farándula de personajes, moda e imagen. Sin embargo, esa y otras consideraciones nos afectan en distinta medida a la hora de valorar la música.

Natxo Cicatriz entre el público, durante un concierto de Cockney Rejects. Mediados de los ochenta. 

También importa el contexto y la educación sentimental de cada cual. ¿Qué duda cabe? Si pienso en el punk-rock que se practicaba en el País Vasco durante los años ochenta y noventa, por ir centrando el tema de esta entrada, e intento abstraerme del contexto y las vivencias personales (experimento incierto) debería decir que uno de los grupos que aportaron la mejor música fue Kortatu. Escuchen por ejemplo 'Don Vito y la revuelta en el frenopático' o 'En la línea del frente' y comprobarán que la frescura de los hermanos Muguruza tenía poco que envidiar a lo que por entonces hacían los británicos en esos terrenos. Puedo saborear esa música y, sin embargo, admito mi incapacidad para terminar de disfrutarla. Jamás he tenido ni me he grabado un solo disco de Kortatu, pues siento demasiado rechazo a sus letras y a todo lo que representaban.

Así como pueda serlo el rechazo, muy personal es también la querencia por algunos grupos en los que admitimos las limitaciones musicales. Hay razones que van más allá del oído y que nos afectan en alguna medida a la hora de degustar un disco o una canción. Pues bien, una vez sentadas estas sencillas premisas, vayamos al lío para rescatar a una banda algo olvidada que no será de la talla de los que suelen pasar por aquí, y probablemente no guste demasiado a los lectores, pero creo que merece recordarse por su contexto y significación. 


Menos reivindicados que otros, pero en su momento en la primera línea de la escena punk vasca, Cicatriz fueron el grupo vitoriano que lanzó José Ignacio (Natxo) Etxebarrieta, primero junto a su novia Mariela Arroniz ('Poti'), cuando todavía se llamaban 'Cicatriz en la matriz', y luego solo 'Cicatriz', a partir de la salida voluntaria de Poti. El nacimiento de la banda es ya bastante elocuente, pues la idea comenzó como una terapia del centro de desintoxicación de Las Nieves, donde sus integrantes buscaban desengancharse de la heroína. A partir de entonces, la música les serviría como revulsivo para intentar apartarse de sus adicciones, sufriendo tantos periodos muertos como reapariciones, con el caballo como principal escollo. 

La formación clásica quedó consolidada con Natxo al micrófono, Paquito al bajo, Pepín a las seis cuerdas y Pedro a la batería. ¿El estilo? Una mezcla de punk callejero y rock duro. Los cuatro integrantes de Cicatriz eran musiqueros, enganchados tanto a los Pistols, Damned, Dead Boys... como a AC/DC, que fue una de sus referencias ineludibles. Además de los australianos, Natxo destacó entre sus influencias a Cockney Rejects, aquella banda británica que encabezó la segunda ola de punk británico, movimiento, por lo general mediocre, que se desvinculó de la evolución musical y el new wave para reivindicarse por una supuesta autenticidad de clase obrera. Los Cockney Rejects destacaron además por tener tras de sí una de las peores hinchadas que ha conocido la música británica, arrastrando grupos de hooligans descerebrados, los mismos que buscaban la bronca por motivo del futbol. Desligados del deporte rey, los vitorianos tenían poco que ver con el espíritu que animaba a los británicos, pero en sus primeros tiempos adoptaron la estética y los modos del 'Oi!'.


Pero si por algo destacó Cicatriz en aquella caterva de bandas del norte, pronto agrupadas bajo la controvertida etiqueta de 'Rock Radical Vasco', fue por la contundencia y el buen desempeño en sus directos. Es un hecho admitido que sus espectáculos eran dignos de verse, por su manejo de los instrumentos y el carisma de su cantante, que sabía comunicarse de forma natural con el público. Por lo demás, la propuesta de Cicatriz se diferenciaba de otros grupos del ramo por la relativa ausencia de temática política en las letras. Tengan ustedes en cuenta el denso ambiente y la tensión que se vivía por entonces en Euskadi y comprenderán por qué pudo llamar la atención esa ausencia. 

'Luego empecé a desviarme de tanto politiqueo y tanto rollo. Me empezó a tirar el rollo del rock'n roll, de la calle y de la movida'.

A diferencia de Bob Dylan, las letras de Cicatriz no ganarán un Nobel de literatura: son sencillas y romas, ya sea lanzando pequeños mensajes o sobre todo hablando de experiencias y pequeñas historias ligadas al ambiente marginal en el que se movían; no encontrarán aquí ni las cacareadas consignas de ortodoxia punk de bandas como La Polla Records, ni las pretensiones a veces fallidas de unos Barricada. Y he aquí que a pesar de - o precisamente por - su tosquedad y naturalidad, creo que no han envejecido tanto como otras. 


Y ahora un poco de historia. Sitúense en mayo de 1983. Después de tres actuaciones menores, su puesta de largo se dio por una infeliz circunstancia: Parálisis Permanente iba a actuar en Zaragoza cuando Eduardo Benavente sufrió el mortal accidente, así que a última hora Cicatriz sirvió de sustituto, compartiendo escenario con Derribos Arias. Pero no voy a aburrirles con la trayectoria del grupo. Basta decir que, tras un disco conjunto con otras tres bandas que comenzaban su andadura, entre las que nos encontramos a Kortatu, en el ochenta y seis publicaron 'Inadaptados', su álbum más celebrado, para algunos el mejor álbum de punk-rock vasco de los ochenta y, parafraseando el dicho sobre los Clash, el único trabajo de Cicatriz que importa, aunque yo no me cuento entre los que lo sostienen. Así que llegados a este punto, deberíamos decir que aquí termina la historia de Cicatriz, o al menos de los Cicatriz más recordados por los nostálgicos del punk vasco, porque luego se desencadenó la tragedia. 

Primero fue Pepín, cuyo estado obligó a Natxo a expulsarlo del grupo; moriría tiempo después de sobredosis en un piso vitoriano. Ficharon en su lugar a Goar Iñurrieta, un joven guitarrista de querencia metalera, pero la nueva formación no tuvo tiempo de consolidarse, porque después de la salida de Pepín se amontonaron las desgracias. Año 1988. Polvorilla, hermano menor de Natxo, murió de cirrosis poco después de salir de la cárcel; la noticia pilló en Ámsterdam a Natxo, que tuvo que volver a toda prisa a España para acudir al funeral, así que no tomó las necesarias precauciones y en el aeropuerto de Barajas le descubrieron una buena cantidad de speed encima. Por narcotráfico le cayó una condena de cuatro años, dos meses y un día en Carabanchel, aunque pudo salir tras unos meses cuando el grupo consiguió juntar el suficiente dinero para la fianza. 

Poco después de salir de la cárcel, Natxo sufrió el aparatoso accidente de tráfico cuando volvía de colaborar en un concierto para su amigo Fermín Muguruza: iba de paquete en la moto y terminaría recibiendo una indemnización por los daños, pero aquello no le libró de una fractura en la espalda y un periplo de estancias en distintos hospitales. En los 'chabolos' de Carabanchel hervían las jeringuillas, pero la enfermedad era una moneda común difícil de esquivar. Debido a una hepatitis contraída por el Sida, el asunto se complicó y el cantante parecía condenado a una silla de ruedas de por vida. Contó el propio Natxo que, en medio de una profunda depresión, solo consiguió mantenerse gracias a las visitas que recibía de Iosu Expósito, de Eskorbuto, quien se encargaba de suministrarle heroína en el hospital. Eskorbuto y Cicatriz terminarían siendo grupos hermanados en la misma desgracia. ¿Y qué fue de los 'Cica'? Con el líder fuera de combate y el resto dando tumbos en sus propias miserias, parecían destinados a la total desaparición, y es aquí donde debemos mencionar a Tati, la madre de Natxo.

'Mi madre ha sido una pobre sufridora que ha mantenido a ocho hijos, y menudos disgustos que le hemos dado, y menuda caña que tiene la mujer. ¡Menudos ovarios! Si no es por ella no estaría vivo, eso lo puedo asegurar, y no estaría tan feliz como estoy ahora . Es una mujer que me ha ayudado en todos los momentos difíciles de mi vida y ha luchado por mí más que yo. De mi padre prefiero no hablar... Un tirano que ha dejado preñada a la mujer cada año para tenerla como esclava, la ha maltratado... Es un hijo de puta de mucho cuidado'.

Viendo la importancia que para su hijo tenía la música y el escenario, la madre fue quien motivó a Natxo para que peleara por recuperar el grupo. Tuvo que pasar mucho tiempo, pero contra todo pronóstico Cicatriz harían posible su nueva y última resurrección. Natxo tendría que salir con muletas al escenario, o sentado en una banqueta, pero haciendo de la necesidad virtud, el grupo convirtió aquella circunstancia en su nuevo símbolo: una calavera con dos muletas cruzadas, al estilo de la bandera pirata. Durante unos años, Natxo no dejaba de repetir que grabarían nuevo disco, y que lo harían a lo grande. Así que el cantante gastó lo que le quedaba del dinero de la indemnización por el accidente en su ilusión por grabar en Londres, patria soñada del punk-rock, patria de los mitos de importación. 



'A mucha gente le ha dejado de gustar o le gustan menos los discos que hemos sacado ahora. A mí me gustan todos mucho porque son la evolución propia de mi vida. Cicatriz al fin y al cabo ha sido mi vida. Cicatriz soy yo y es mi vida. Yo creé el grupo y hasta que no me muera no lo pienso dejar'.

Grabado e 1991, el álbum se llamó '4 años, 2 meses y 1 día', la que fuera la condena que se impuso al líder. Primeras sorpresas: nunca se ciñeron exclusivamente al punk, pero ahora lo abandonan definitivamente para centrarse en el sonido rockero, que derivará hacia el heavy-rock. La influencia de Goar en la guitarra es palpable. Salvando alguna excepción, las nuevas canciones se apartaban también de la gravedad de sus comienzos para manifestar un claro vitalismo. Desde 'El rock'n roll de Cicatriz' que os dejo arriba, nueva versión de su vieja carta de presentación, hasta 'Lola', la primera grabación de su más conocido himno en los directos (la coincidencia con los Kinks está solo en el nombre), las pistas del álbum son un breve recorrido a experiencias reales del grupo. Curiosamente, la preferida de Natxo no fue ninguno de los temas originales, sino su versión rockera de 'El Quebrao', trabajada por el talento de Goar Iñurrieta, cuya letra fue tomada de un vallenato que Natxo pudo conocer en Colombia.

'Me quedé colgado de las letras y había una que se llamaba 'El quebrao' que era el reflejo de mi vida, de mi autobiografía'.

Tanto 'El Quebrao' como 'Solo otra vez' expresan la decepción de Natxo con tantos supuestos amigos que le dieron la espalda en los peores momentos; 'Qué a gusto estás' narra la experiencia del mono de heroína y el consiguiente placer al consumir; 'Una niebla gris' plasma la historieta de un preso en una noche de descontrol, y 'La 204' está dedicada asimismo los presos de Carabanchel, mientras que 'Loco' o 'Cuello de pavo' son un brindis a la vida, del mismo espíritu que las letras del que será su tercer y último disco al año siguiente. Por último, cabe mencionar 'Don't worry', una atrevida canción (mal) cantada en inglés pero sin impostura alguna, demostrando que, a pesar de faltarles algunas clases del idioma de Shakespeare, eran un grupo sin complejos. En resumidas cuentas, veo el disco como un ejemplo de cómo incluso el rock más ramplón puede despertar interés si el producto tiene alma. ¿Autenticidad? No seré yo quien mencione la palabra, pero dejaré que flote entre las líneas.




Y eso es todo. Tras el segundo álbum, el retorno de Cicatriz a los escenarios fue recibido con emoción. Tras los tiempos de la ruina y la depresión, Natxo quiso aprovechar lo que le quedaba para relanzarlo, lo que explica que en solo tres años publicasen dos discos de estudio y un directo. No duró mucho aquello, pues falleció primero Paquito y luego Pedro. Por último, Natxo, último superviviente, murió en enero de 1996. En pocos años, los cuatro integrantes originales de Cicatriz habían muerto, así como familiares y gente de su entorno. Cuando Juan Carlos Azkoitia trabajaba en el libro sobre la banda e intentó entrevistar a Mariela Arroniz (Poti) y otros protagonistas de la historia del grupo, se encontró con negativas: el recuerdo está aún demasiado vivo. Si preguntan en los viejos garitos de la Cuchi o la Zapa, por los cantones vitorianos, todavía hay quien los recuerda.


Comentarios


  1. Buffff ¡Vaaaya entrada has escrito! jaja me río de mi, no de ti. Me pregunto que hago comentando una música que no me gusta, pero no por el grupo, no soy nada metalera, a partir de “Somos los cicatriz” tengo que decirte que la batería y la guitarra suenan de maravilla, contundentes con un sonido muy limpio, pero .. Mira, lo que de verdad quería comentarte es que deberías envolver la entrada y enviársela con un lazo a Tati, la madre de Natxo. Te va a adoptar como hijo ; ) Es todo corazón lo que te sale aquí. Podías haber titulado esto como la novela de García Márquez “ Crónica de una muerte anunciada”.
    Es terrible la vida de tantos consumidos por la droga en los 80/90, terrible el mundo sórdido y oscuro en el que les tocó vivir, mucho más duro seguramente en la Euskadi de aquella época. Maravilloso lo que has escrito reivindicando a estos cuatro personajes, genuinos, no tengo ningun a duda que lo fueron, que además entre tus letras elevas casi a la categoría de antihéroes épicos de su propia cruzada vital. Al margen de su valor como músicos, que no dudo, lo verdaderamente valioso de su/tu historia es la capacidad de supervivencia, su lucha por seguir en la brecha a pesar de todos los pesares y la vorágine de sus vidas. Dice mucho y bueno de ti este estupendo homenaje a quienes te acompañaron con su música. Enhorabuena, eres grande. De corazón te lo digo.

    Un abrazo muy fuerte y buenas noches

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    1. Muchas gracias por tus palabras, María. Si te soy sincero, me resulta difícil evitar contar la historia de grupos como Cicatriz o Eskorbuto sin ese cariz trágico e incluso épico que señalas. Es una lectura un poco mitómana, pero qué le voy a hacer. En general no me gusta abundar en ese tipo de mitos, pero en estos casos los siento más cercanos y creíbles que las leyendas de alcance internacional. Fueron gente que vivió el ''wild side'' del rock'n roll sin la cobertura de los millones o las mansiones de unos Rolling Stones, por ejemplo. En cualquier caso, teniendo en cuenta su trayectoria, la superación y el afán musical en Cicatriz es innegable, y la historia se escribe sola.

      De la escena del rock bronco de la Euskadi ochentera, Cicatriz fueron de lo mejorcito: rock ramplón en sus horas bajas, pero emocionantes en sus temas más recordados. Y no soporto a La Polla Records, pero esto ya es una manía personal.

      Un abrazo.

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    2. jajaja A mi tampoco, por no gustarme, no me gusta ni el nombre ; ) me gustaban mucho Marea, La Fuga y después así cañeros Reincidentes, Extremoduro, Rosendo ( este más porque me cae muy bien él, fue una de las mejores guitarras de este país, Leño era él ; ) Puedes estar orgulloso de tu entrada y sí, teniendo en cuenta que toda esa gente tocaba a pelo, sin cobertura de ningún tipo, menudo mérito...a saber lo que hubieran sido los Rolling si nacen en Baracaldo o Rentería ; )

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    3. Me refería solo al relato mitómano, con eso de que me resulta más creíble que el de las grandes estrellas. Tema aparte es la música, claro.

      Todos los grupos que mencionas me gustan y algunos de ellos forman parte de mi banda sonora vital, muy en particular Extremoduro, que además fue un hito en el rock español: no podría entenderse a Marea, por ejemplo, sin el legado de Roberto Iniesta, como tantos otros grupos. Mucho antes, Rosendo fue otra influencia de sombra alargada. Podría establecerse un subgénero que siguiese ese legado.

      En sus inicios, Reincidentes coincidió con Extremoduro y mantuvieron una camaradería que se perdió con el tiempo. Sin desmerecer a los primeros, Extremo estaba destinado a llegar mucho más lejos. Fueron el talento y también la testarudez de Robe, que a pesar de ser un tipo de trato complicado, supo conectar con la sensibilidad de un público cada vez más fiel. Eran ya un grupo de culto antes del pistoletazo definitivo que supuso el Agila, con la ayuda de Iñaki Uoho... y el resto es historia.

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  2. He pensado muchas veces en ese concepto de la autenticidad que no solo aparece en la música ya que también se usa con frecuencia en otros territorios artísticos.
    ¿Es más auténtico Van Gogh por que tuvo una vida de perros, no vendió un cuadro, estuvo en un psiquiátrico y murió muy joven? ¿Entonces valoramos la vida o el martirio de determinados personajes en prejuicio de sus propios valores intrínsecos?
    Creo que entre este punto de vista y su contrario hay un hecho cierto: la autenticidad implica cierta forma de crear de forma apasionada y supuestamente sin un cálculo del beneficio conseguido por el hecho de hacerlo. La autenticidad si existe y es un concepto discutible indica pasión y obviamente en el caso de Cicatriz e incluso de otros grupos del rock radical vasco, a mi me gusta La Polla Records, Eskorbuto, Barricada o Negu Gorriak. Incluso más allá de la tragedia de esta gente de mi generación, destruidos por el caballo, como algunos otros que conocimos.
    Me gustan esas guitarras ardientes y como en los demás casos, exceptuando a Evaristo de La Polla, se echa de menos mayor calidad de sonido para apreciar la voz de su cantante.

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    1. Coincido en buena medida con tu punto de vista. Yo rechazo también el relato del sufrimiento como supuesto detonante del talento; otra cosa es que vaya parejo a otros valores, y entonces sí, es humano que su historia nos conmueva más. Eso ha llevado tantas veces a que la muerte temprana ha ensalzado a personajes, mientras que otros de igual valor no han sido bendecidos por ese culto por haber tenido la osadía de seguir vivos.

      Relacionado con ello están los mitos que relacionan la supuesta inspiración artística con las adicciones, aún más falsos porque además invierten la realidad. El heroinómano pierde su personalidad, es mentiroso y pusilánime (y yo también he conocido a varios, alguno muy cercano). Otra cosa es que, como considero con el caso de el grupo de esta entrada, busquen superarse a pesar de los problemas. En este caso la autenticidad la veo en la pasión, como dices, que marca cierta honestidad con su propio trabajo, lo que los hace más creíbles. Otras veces en la frescura, en no limitarse a ser una copia más de otros o saber aportar algo propio. El concepto es problemático, pero no podemos eliminarlo.

      He escuchado mucho a los Barricada, que siguen gustándome (no en toda su trayectoria), pero ya digo que tengo un problema con Kortatu o Negu Gorriak. En cuanto a La Polla, en su día también los escuché, pero nunca me entusiasmaron (cuestión de conectar o no) y con los años les cogí cierta manía. Aún así, rescato varias de sus canciones, incluyendo alguna suelta de Gatillazo.

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  3. Curioso salto, del postpunk a los Stray Cats. En todo caso resulta evidente que estás inmerso en esa época luminosa que va desde finales de los 70 hasta mediados de los 80, un renacimiento en toda regla. Los años 60 tienen la épica que tienen y se podrá discutir la calidad de la obra, pero esta otra época es tan viva como aquella.

    ¿La autenticidad? Hace mucho ya que no manejo ese tipo de conceptos. Fue muy importante en los años 70, tanto en lo social y político como en lo artístico: en los dos primeros aspectos ya ves a dónde hemos llegado. Centrándonos en lo musical no tengo "defensa", ya que mi mayor querencia es el pop. Y si te gusta el pop te gusta el engaño, las piezas muy trabajadas, la preponderancia de los arreglos de estudio sobre el material en crudo, etc. Por poner un solo ejemplo: ¿en que hubiera quedado "A day in the life" de los Beatles sin la brujería técnica? Siempre he defendido el estudio frente al directo, y me temo que ya no voy a cambiar. El autotune, por ejemplo, es otro truco que muchos denuestan -tal vez con parte de razón-, pero qué más da: si un músico es creativo, tiene categoría, no creo que ese artilugio sea el centro de su obra. Como sí lo es, por cierto, en gran parte de los pequeños cantamañanas que se escuchan a veces por la radio convencional.

    Cicatriz, como la mayoría de los grupos punk nacionales de los años 80 en adelante, es un asunto pendiente para mí. Solo escuché algunas canciones suyas de pasada, como hacía con todos ellos, buscando la sorpresa. Y no la encontré. De todos modos su sonido era bastante decente y demostraban tener práctica con los instrumentos; incluso a veces sonaban por encima de la media en ese tipo de grupos. En cuanto a su circunstancia personal, qué quieres que te diga: la heroína se llevó a mucha gente, incluyendo algunos conocidos y más de un medio amigo mío. Fue una lotería siniestra en la que muchos se obstinaron en jugar sin límite; otra cosa es el enfoque de esa adicción como un suicidio lento, como algo asumido, pero ahí ya no entro.

    Saludos mil.

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    1. El concepto es problemático, como digo. Por un lado, es verdad que en el mundo del pop tiene menos sentido. Pero el pop es un género amplio y yo estoy pensando más que nada en esas producciones que pasan por mil manos, donde el artista en cuestión es solo un tornillo más en el engranaje de la maquinaria; se busca llegar a determinado consumidor, se seleccionan así a los compositores, luego a los técnicos, por último a los publicistas, y los artistas en sí mismos no tienen por que saber cantar o tocar un instrumento. Es la evolución del sistema de la Motown, perdiendo por el camino parte de lo humano y artesanal. Pero incluso esto, por muy artificial que sea, no tiene por qué producir un mal resultado.

      Por otro lado, tampoco creo que tenga que ser más ''auténtico'' un sonido en crudo, con poca cocina, ni por supuesto que este tenga de por sí más interés artístico. Creo que puntualmente hay algunos trabajos en los que apreciamos esa desnudez, y luego están aquellos donde apreciamos todo aquello que contribuye a pulir, a mejorar la obra, lo cual es una valoración bastante natural. Convengo en que el rechazo al autotune y otros inventos es como intentar poner puertas al campo, y aún así también es inevitable la nostalgia por aquellos tiempos más analógicos, aun siendo conscientes del engaño de esa valoración.

      Si a la autenticidad la concebimos como genuidad, originalidad o talento, estas características pueden darse en obras de todo tipo de géneros; también la honestidad, creo, así como la pasión. En eso coincido plenamente con lo que defiendes. En fin, que esto de dar tantas vueltas a una palabra tiene algo de teológico, por la indefinición del término, pero nos entendemos.

      En cuanto a Cicatriz, como digo, yo los considero de lo mejorcito de la escena a la que pertenecieron. Si nos ceñimos a los aspectos técnicos y habilidad en el escenario, eran superiores a la mayoría de aquellos grupos. Hasta el propio Evaristo Páramos, que ha gozado siempre del prestigio del santón del punk vasco, ha reconocido varias veces que a pesar de drogarse más que ellos, sobre el escenario les daban mil vueltas, honestidad que honra al susodicho.

      Un saludo.

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